Triste. Lamentable. Irresponsables. No hay derecho. Los controles nada que sirven. La normatividad se convierte en un rey de burlas que va por ahí favoreciendo a aquellos que vuelven a la Nochebuena y el Año Nuevo en un tiempo marcado por la excesiva utilización de artefactos que tienen una altísima carga de peligrosidad.
Descripciones llenas de dolor y consideraciones en contra del comportamiento humano llenan el ambiente del primer día de 2023, que llegó cargado de tristeza y de falta absoluta de civismo.
Quemar la plata en pólvora que después resulta quemando a niños y adultos es una forma bastante alejada de los estándares mínimos de interrelación social que conllevan a una extraña mezcla entre la alegría y la expresión de euforia con la sensación de peligro hasta terminar en tragedia.
Un solo quemado con elementos a base de pirotecnia debiera de ser motivo de extrema preocupación, pero que en últimas no es así, puesto que se dan a conocer las estadísticas, como parte de una rutina que luego se olvida con el transcurrir de los acontecimientos, hasta el próximo diciembre.
Será que así como se generan grupos de feministas y organizaciones que defienden la diversidad sexual al igual que los animalistas, hay espacio para que alguien integre una oenegé de los antipólvora, por dar un nombre, con el propósito de hacer algo en ese campo.
La libertad le permite a la humanidad desarrollar actividades de cualquier orden, pero sin olvidar que el libertinaje conduce a excesos y a afectar a los demás, razón por la cual la pólvora debería de entrar a ser realmente controlada por las autoridades y su expendio y manipulación absolutamente restringido y prohibido.
Este, por ejemplo, es un elemento que afecta la salud pública, hecho por el cual en los programas de prevención que desarrollan las secretarías del ramo debería ser obligatorio todo lo relacionado con la pólvora y sus graves secuelas.
Es que dichas cuestiones no deben de ser tratadas como ‘temas de temporada’, que se guardan y se desempolvan cada cierto tiempo, sino trascender y permanecer hasta lograr el objetivo de enseñar y hacer entrar en razón sobre lo riesgoso que para la vida misma implica su utilización.
Para probar lo anterior, remitámonos al más reciente informe del Instituto Nacional de Salud, que muestra 187 personas quemadas con pólvora en la noche del 31 de diciembre de 2022 y el primero de enero del 2023, en Colombia.
Además, a lo largo de diciembre del año que acaba de terminar, el número de lesionados con pólvora en el país se situó en 664, siendo Norte de Santander uno de los departamentos en donde se presentaron más casos, alcanzando los 36, después de Bogotá (71), Antioquia (67), Nariño (53) y Santander (38).
Es indispensable lograr que esto deje de ser un cuento de nunca acabar, porque lo que se está es afectando la tranquilidad de las personas, impactando a la salud de quienes quedan marcados de por vida por accidentes con estos elementos de pirotecnia y de paso sirviendo de agentes de contaminación que afectan a aquellos que sufren de enfermedades respiratorias agudas.
Hay que hacer planes de reconversión como en su momento se aplicaron con los pimpineros, para que muchos de quienes viven de elaborar y vender esos artículos a base de pólvora, busquen otras alternativas para su sustento. Lo fundamental es tener presente que Navidad y Año Nuevo tienen que desligarse de hechos relacionados con quemados o mutilados por la pólvora como elemento de celebración.
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