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Editorial
Democracia sin atajos
Nuestra Constitución de 1991 fue clara: la soberanía reside en el pueblo y su ejercicio solo es legítimo cuando se materializa a través de elecciones libres.
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La opinión
La Opinión
Lunes, 15 de Septiembre de 2025

Este 15 de septiembre, el mundo conmemora el Día Internacional de la Democracia proclamado por las Naciones Unidas. Una fecha que no debería ser solo ceremonial, sino un recordatorio de que la democracia no se agota en el derecho al voto ni en el calendario electoral: se ejerce todos los días, en la libertad de prensa, en la independencia de las instituciones, en el respeto por las minorías y en la transparencia del poder.

Colombia llega a esta conmemoración en medio de sombras y dudas. La incertidumbre sobre el presupuesto nacional, la tensión con el Congreso y las insinuaciones desde la propia Casa de Nariño sobre reformas constitucionales o el debilitamiento de las Fuerzas Armadas, han alimentado un ambiente de desconfianza que golpea el corazón mismo del sistema democrático.

Nuestra Constitución de 1991 fue clara: la soberanía reside en el pueblo y su ejercicio solo es legítimo cuando se materializa a través de elecciones libres, periódicas y transparentes, con reglas claras y árbitros independientes. Cualquier intento de alterar esos principios —ya sea mediante atajos legales, presiones políticas o cooptación de las Cortes— es un golpe directo contra la esencia republicana que nos sostiene como Nación.

El fantasma de la “democracia plebiscitaria”, donde se consulta al pueblo solo cuando conviene al poder, ronda de nuevo. También el de la “democracia sin controles”, que pretende debilitar organismos de vigilancia y consolidar la concentración en un solo actor. Y, más grave aún, la idea de que la crisis o el descontento social justifican la ruptura de las reglas de juego.

La democracia colombiana no es perfecta: arrastra deudas históricas con regiones olvidadas, víctimas de la violencia y jóvenes desencantados. Pero sigue siendo el único camino legítimo para resolver nuestras diferencias. Renunciar a ella, bajo cualquier pretexto, sería abrir la puerta a una deriva autoritaria de la que pocas naciones regresan indemnes.

Hoy, más que nunca, este país necesita recordar que la democracia no se defiende en abstracto: se defiende con elecciones en su tiempo, con instituciones fuertes, con jueces que no se arrodillen al poder, con prensa libre y con ciudadanos vigilantes. Esa es la tarea que nos impone este Día Internacional de la Democracia.


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