Desde temprano el calor se siente intenso en la finca Puerto Rico, una extensión de tierra que parece infinita entre el verde de los cultivos y el cielo despejado del campo cucuteño. Allí, a pocos kilómetros del casco urbano, 35 familias firmantes del Acuerdo de Paz han hecho de este lugar su nuevo comienzo.
En esta finca de Cúcuta, la Agencia Nacional de Tierras (ANT) adjudicó 400 hectáreas a habitantes provenientes del antiguo Espacio Territorial de Capacitación y Reincorporación (ETCR) de Caño Indio, en Tibú.
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Son hombres y mujeres que debieron abandonar sus parcelas en el Catatumbo a comienzos de 2025, cuando la violencia se recrudeció en la región por la guerra entre el Eln y las disidencias de las Farc. Tras meses en un albergue, encontraron una nueva oportunidad para sembrar y reconstruir su vida.

Mientras revisaba los cultivos de yuca y maíz, Diovanor Muñoz dijo sentirse orgulloso de trabajar la tierra otra vez. Se levanta a las 5:00 a.m., toma tinto y comienza la jornada. Entre surcos de plátano y matas de cilantro, siente que la vida vuelve a tener ritmo y propósito.
A pocos metros, se escuchan las risas de los niños jugando cerca del corral. Las búfalas, mansas, se sumergen en los pozos que ellas mismas cavan para aliviar el calor. De su leche nacen productos que ya son el sello de la finca: queso ricotta, yogurt y arequipe artesanal.
Ellos lo elaboran con esmero y los más pequeños siempre se acercan a probar un poco del dulce tibio o del queso recién hecho, antes de que se empaque para venderlo en plazas locales, bazares campesinos y ferias de la región.
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Para llegar hasta los cultivos hay que caminar por quince minutos desde la casa principal por un trayecto ondulado entre árboles, charcos y huellas de búfalos marcadas en el barro. El sol golpea la piel, pero también deja ver el fruto del trabajo: hileras de maíz, yuca y plátano que crecen fuertes en una tierra que vuelve a ser productiva.
“En la reincorporación no ha sido fácil conseguir tierra, pero después de 9 años de la firma del acuerdo, este paso es histórico. Ahora sí podemos proyectar nuestros proyectos productivos y aportar al desarrollo rural”, expresó Yesenia Soto, una de las beneficiarias de la entrega de tierras realizada por la ANT.
La entrega del predio Puerto Rico hace parte del programa Fincas para la Paz del Plan Catatumbo, estrategia con la que la ANT ha entregado 14 espacios por 2.526 hectáreas a asociaciones campesinas, organizaciones sociales, mujeres víctimas del conflicto armado y firmantes de paz.

Trabajo colectivo e individual
Según el coordinador del antiguo ETCR Caño Indio, Dayro Alberto Vallejo, conocido como Willy, el trabajo en la finca combina lo colectivo con lo individual. Cada familia tiene su parcela, pero la fuerza está en la unión.
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Willy acompaña el proceso desde su inicio, porque asegura creer que la paz se sostiene con comunidad, con palabra cumplida y con el esfuerzo compartido de quienes decidieron cambiar las armas por herramientas.
La jornada transcurre con calma. María Andreina Morán, madre de dos niñas, aviva el fuego del fogón. Mientras pica las verduras, comenta que ahora cocina tranquila, sin miedo a los ruidos del pasado. Sueña con criar animales, sembrar cacao y ver crecer a sus hijas rodeadas de campo y no de violencia.
Para la Agencia Nacional de Tierras, este avance representa mucho más que una entrega formal.
El coordinador regional, Javier Santiago, explicó que las Fincas para la Paz son espacios donde el Estado y las comunidades avanzan juntos. “Aquí no solo se siembra alimento, también se cultiva futuro y esperanza”, apuntó.
El día termina lentamente. Las aves comienzan su canto de la tarde y el sol ilumina el patio donde los niños siguen jugando. A lo lejos, se escucha el murmullo de quienes comentan los planes para la próxima cosecha.
En la finca Puerto Rico, la paz no es un discurso, sino una práctica cotidiana; se amasa, se riega, se comparte y se vende, en cada queso, en cada fruto, en cada sonrisa que vuelve a creer en la tierra.
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