En 2024 se cumple un siglo de la aparición de una de las novelas que más han marcado la literatura colombiana y una de las más representativas de Latinoamérica: ‘La vorágine’. Un extraordinario recorrido por la selva, una denuncia, una epopeya, una mirada a la vida de los habitantes de tierras alejadas del centro del país.
“A cien años de su publicación en 1924, ‘La vorágine’ de José Eustasio Rivera es uno de los grandes clásicos de la literatura latinoamericana. Como buen clásico, es una obra que apenas si hace falta su lectura para conocer la historia y tener una imagen de lo que representa.
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“La novela ha pasado del ámbito de la literatura al de la cultura como un referente que prescinde, casi, del texto mismo y se eleva un poco por encima de él para multiplicarse como referente en diversos ámbitos”, afirman Erna von der Walde y Margarita Serje en la introducción del presente volumen.
Las dos expertas manifiestan también que la novela de Rivera no es un canto a un idilio que ha de perderse ante los avances de la modernización, sino un retrato del proceso mismo, situado geográficamente en una zona marginal de la nación, que puede igualmente leerse como metáfora del margen que constituye la modernidad en la periferia. “El mundo violento de la acumulación primitiva que la novela relata es una especie de máscara macabra de la modernidad”.
Señalan que, ante la asunción generalizada de que modernidad es un equivalente de civilización, el rostro bárbaro de la modernidad va a ser consignado a la premodernidad y la barbarie.
“Que esto haya sido pasado por alto durante tanto tiempo en la historia de la crítica de esta novela obedece en parte al lente distorsionador de la clasificación: lo estudiosos de ‘La vorágine’ en su gran mayoría no logran salir de la restricción que impone su pertenencia a la novela de la tierra. Pero, ciertamente, tiene también que ver con la fuerza del discurso moderno como discurso civilizatorio que no permite ver, parafraseando a Walter Benjamin, el «documento de barbarie» que constituye el «documento de civilización»”.
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‘La vorágine’ se relanza en Penguin Clásicos en asocio con la Universidad de los Andes, en una edición acompañada por el célebre poemario’ Tierra de promisión’, que encarna la relación lírica del autor con el paisaje selvático.
Para este volumen, se toma la última versión de la novela que publicara José Eustasio Rivera en vida y se rescatan los mapas que el autor incluyó y que fueron omitidos en ediciones posteriores.
La obra del escritor colombiano hace un extraordinario recorrido por la selva, una denuncia, una epopeya, una mirada a la vida de los habitantes de tierras alejadas del centro del país.
Como buen clásico, es una obra que apenas si hace falta su lectura para conocer la historia y tener una imagen de lo que representa. La novela ha pasado del ámbito de la literatura a de la cultura como un referente que preside, casi, del texto mismo y se eleva un poco por encima de él para multiplicarse como referente en diversos ámbitos.
Desde el momento mismo de su publicación, hace 100 años, ‘La vorágine’ fue exaltada por la crítica nacional y continental como un producto profundamente representativo de los autótocno y lo propio. La obra de Rivera ya está disponible en las librerías con el sello editorial Penguin Clásicos.
Sobre el autor
José Eustasio Rivera nació en 1888 en un pueblo cercano a Neiva llamado San Mateo, que después de su muerte cambió su nombre por el apellido del escritor.
Graduado en Derecho en la Universidad Nacional en 1917, fue abogado de una comisión limítrofe y en ese cargo conoció las selvas colombianas y las condiciones de vida de sus habitantes.
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Esta experiencia le sirvió de inspiración para su gran novela, clásico de la literatura hispanoamericana, ‘La vorágine’, publicada en 1924.
También escribió poesía, sonetos de corte parnasiano publicados en el libro Tierra de promisión (1921).
Trabajó como abogado, fue diputado al Congreso e inspector del gobierno en las explotaciones petrolíferas de la región del Magdalena.
Fue representante de su país en México (1921), Perú (1924) y Cuba (1928). Murió en Nueva York en 1928.
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