En sus 60 años son muchos los periodistas que han hecho parte de la planta de redacción de La Opinión.
Entre los que están todavía activos y visibles, pero que ya partieron del periódico encontramos a estas seis mujeres, Sixta Tulia Hernández Pérez, Luz Marina Perozo Parada, Patricia Yolima Giraldo Cañas, Mary Stapper Vargas, Gala Marcela Peña y Elsa Nora Machado Escorcia, quienes así recordaron el medio donde laboraron.
Patricia Giraldo Cañas
Los sitios que habitamos deben tener el carácter de hogar para que podamos sentirnos a gusto y para que nos ayuden a desarrollar nuestras capacidades. Eso fue el diario La Opinión para mi entre 1986 y 2006, mi hogar laboral, y como lo defino hoy, mi casa editorial.
Fui periodista primípara, entrevistadora, “carga ladrillo”, investigadora, editora y, sobre todo, soñadora de un mundo mejor en la Quinta Yesmín, sin que nadie me limitara o me frenara en esa búsqueda de la verdad y de lo útil para que la gente de esta región mejorara su vida.
Encontré gente maravillosa, desde “Toto”, como mi generación bautizó en un acto de intenso cariño combinado con respeto y ganas de sentirlo nuestro, a Eustorgio Colmenares Baptista, hasta don Alfonso, “Molinillo”, un portero altruista, alegre y generoso que compartía su almuerzo con quien le pidiera un bocado.
Teníamos discusiones mañaneras, todas enfocadas en hacernos buenos periodistas, charlas vespertinas para saber quién había conseguido la mejor noticia y, sobre todo, conversaciones espontáneas en cualquier momento con el director y o el subdirector, Cicerón Flórez, para que nuestros escritos estuvieran la altura del mejor periodismo. La inteligencia y nobleza del maestro nunca nos dejó salirnos de ese carril.
Nos tocó la época de la llegada de los paramilitares a la región, el azote constante de la guerrilla, las bombas en los cajeros, pero también los años de gente más preocupada por el desarrollo y el crecimiento de la ciudad que de sus finanzas personales.
Mi casa editorial, con toda la gente de relevo que encabezan Eustorgio Colmenares Ossa y Estefanía Colmenares Hernández, aunque como ayer y hoy puede tener días difíciles y jornadas con algún esguince, sigue llenándome de orgullo por el esfuerzo diario de hacer el periodismo más idóneo de Norte de Santander
Mary Stapper Vargas
Durante 15 años La Opinión fue mi casa. Llegué cargada de sueños, de ideas que fueron acogidas por don Eustorgio Colmenares Baptista cuando le presenté los bocetos de lo que podría ser una revista semanal que circulara con el periódico.
Había tenido la experiencia en revistas como Carrusel de El Tiempo, Hit y Cromos. También, de dirigir Mundo de Ingeniería, Medicina al Día, el Ingeniero javeriano y Hola amigos.
Fin de Semana circuló durante 15 años consecutivos, primero quincenalmente y luego semanal.
Conté con el apoyo de Esthercita de Colmenares, de Cicerón Flórez y de Celmira Figueroa. Empresarios como Eduardo Assaf Elcure y Julio Useche creyeron en el proyecto y la doctora Rosalba Herrera de Flórez siempre nos acompañó con su pauta. El éxito se debió también a dos expertos en publicidad: Esperanza Castro y Andrés Darío Guzmán.
Me retiré para cumplir otros sueños. La Opinión creyó en mi talento y me permitió entrevistar presidentes, candidatos, artistas, ejecutivos y hacer reportajes sobre elección popular de alcaldes, volver visibles a los invisibles, o escudriñar en el botadero de basuras de Urimaco para descubrir sus secretos y hacer una columna política: Olfateando, y ganar un nombre y el respeto de la gente.
Gala Marcela Peña Álvarez
Al diario La Opinión llegué un domingo 7 de julio del año 2003. Nueva ciudad, nueva casa, nuevo cargo, nuevos compañeros y nuevo jefe. Todo era expectativa. Venía de Montería, donde me desempeñaba como corresponsal del periódico El Tiempo. El reto era grande. Mi amiga, colega y compañera Celmira Figueroa me alentó a asumirlo.
Me desempeñé como redactora de las páginas económicas y locales, luego a trabajos de investigación y reportajes especiales. Ya en un segundo período como editora.
Durante mi tránsito por La Opinión aprendí varias cosas. A nivel profesional crecí como nunca antes en otros medios donde laboré. Comprendí el valor de la independencia periodística y a respetar aún más este oficio. Ratifiqué el poder que cada periodista tiene con su pluma, con su micrófono o con su cámara. Mejoré mi redacción, mi olfato periodístico y tuve la oportunidad de conocer a fondo cómo funcionan los hilos del poder, pese a que nunca estuve en la página política.
De aquellos años recuerdo con nostalgia la alegría de la sala de redacción, amigos y amigas que aún conservo, pero sobre todo la confianza que el doctor José Eustorgio Colmenares y el subdirector Cicerón Flórez depositaron en mi trabajo.
Para La Opinión no tengo sino agradecimientos eternos, un gran afecto y mucho respeto.
Luz Marina Perozo Parada
Hacer realidad mi sueño de ingresar a un periódico lo hizo posible La Opinión, en 1996, después de transitar en la revista Fin de Semana que dirigía Mary Stapper. El maestro Cicerón Flórez creyó que tenía el potencial para ingresar al diario, y así fue. Allí conté con el apoyo de Celmira Figueroa, para ser redactora de Fronteras –cuando aún no se sospechaba si quiera el cierre unilateral de 2015-; la página Económica, que me permitió tener una visión de las fortalezas y oportunidades, así como debilidades que tenía la región, y el proyecto de los Barrios de Cúcuta, que me acercó al periodismo cívico, una experiencia enriquecedora e inolvidable.
Me emociona comprobar que durante esos años crecí como persona y como profesional; conocí algunos de mis mejores amigos, que aún conservo. Éramos una familia, desde el director Eustorgio Colmenares hacia abajo. Había una sana integración y disfrutábamos de las reuniones y fiestas que se organizaban por diferentes motivos. También recuerdo las capacitaciones dictadas por consultores españoles que promovían una sana competencia en nuestro quehacer periodístico, que nos imponía la calidad como sello personal. Para mí fue una época de oro de nuestro periodismo regional.
Sixta Tulia Hernández Pérez
Al revisar los recuerdos, fueron 27 años de aprendizaje, trabajo, alegrías y también tristezas que viví en mi casa de La Opinión.
Mis inicios en el periódico fueron a mediados de 1987, cuando el doctor Eustorgio Colmenares Baptista y Cicerón Flórez, me llamaron para cubrir algunas vacaciones. No entré de planta, porque, en ese entonces, trabajaba en Radio San José. Un año después, el doctor Eustorgio me pidió que me vinculara de tiempo completo con La Opinión y acepté, porque ya le había tomado cariño a él, y a toda la gente de esa casa editorial. Puedo decir sin temor a equivocarme que trabajé, pero disfruté todas y cada una de las actividades del periódico.
En los primeros años alcancé a conocer y a trabajar con el sistema de armada manual, y después ya entramos a utilizar el sistema digital. Recuerdo con cariño las noches viendo y sintiendo el sonido de la rotativa, cuando empezaba a imprimir a gran velocidad, los ejemplares del periódico que, al día siguiente, muy temprano, los cucuteños podían leer. En esas noches podía compartir con los prensistas un delicioso café que alguno de ellos preparaba.
Cuando hablo de las horas tristes que viví, me refiero a la aciaga noche del 12 de marzo de 1993, cuando manos criminales le quitaron la vida a un hombre bueno, a Eustorgio Colmenares Baptista. Esa noche marcó en la familia de La Opinión momentos dolorosos e irreparables.
Elsa Nora Machado Escorcia
Escuela de verdaderos maestros. En agosto de 2004 llegué a Cúcuta, Norte de Santander para trabajar como redactora del diario La Opinión, único medio escrito de la región en dicha época.
Al aterrizar en el aeropuerto Camilo Daza, me dirigí a la Quinta Yesmín, casona esquinera que se erige como patrimonio arquitectónico en el céntrico barrio La Playa y donde aún funciona el periódico.
Al cruzar el umbral de la puerta principal mis futuros compañeros me abordaron con entusiasmo y me llevaron a un recorrido educativo donde conocí, por primera vez, una rotativa, sumergida entre los olores a tinta y papel periódico, que invitaban a vivir una aventura del periodismo en zona de frontera.
Al final del recorrido conocí el despacho del doctor Eustorgio Colmenares, director del medio y quien me abrió las puertas de La Opinión. La escuela donde aprendí a perderle el miedo al papel en blanco de la mano de plumas finas como el maestro Cicerón Flórez, Celmira Figueroa, Ángel Romero y Ernesto Duarte.