Durante 24 años, Julio García-Herreros estuvo al frente de la Corporación Cultural Biblioteca Pública Julio Pérez Ferrero, impulsando la lectura, la gestión cultural y la creación de espacios para las artes en la región.
Pero este jueves 11 de diciembre, tras una complicación de salud, su luz se apagó, dejando de luto al sector cultural de Norte de Santander, que siempre lo reconoció como una de las figuras más firmes y comprometidas en la tarea de abrir caminos para la cultura en el departamento.
Más allá de su liderazgo institucional, quienes lo conocieron recuerdan también al hombre de entrecejo fruncido y brazos cruzados, serio de mirada pero dueño de una risa franca y contagiosa.
“La fama de malgeniado me la gané por querer hacer bien las cosas”, decía con humor. Aunque su esposa, María Claudia Peñaranda, y sus hijos, Sebastián y Laura, vivían en Bogotá, él prefería Cúcuta, ciudad donde se refugió durante décadas y donde dedicaba los fines de semana al ciclismo, un hobbie que conservó tras abandonar sus 15 tacitas de tinto diarias.
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Amante de la lectura y del rock and roll clásico —“Aún escucho Led Zeppelin, los Beatles y los Rolling Stones”—, Julio García-Herreros fue también el hombre detrás de la Fiesta del Libro de Cúcuta (fliC) que en este 2025 llegó a su edición N°21.
Hoy, en memoria de su legado, La Opinión revive esta entrevista publicada originalmente en 2011, cuando García-Herreros completaba diez años al frente de la Biblioteca Pública Julio Pérez Ferrero. En ese diálogo, que hoy cobra un nuevo valor, el comunicador social egresado de la Universidad Externado habló con franqueza sobre sus logros, frustraciones y la batalla diaria de fortalecer la vida cultural en Cúcuta.
Sus palabras —marcadas por su carácter serio, su humor particular y su visión crítica del sector— permanecen vigentes para comprender la huella que dejó en la región.
¿Cuál es el mayor logro 10 años después de su llegada a la Biblioteca?
Creo que el mayor logro es que antes se pensaba que el edificio le iba a quedar grande a la Biblioteca y hoy en día es al revés, las instalaciones nos quedaron pequeñas.
Ahora tenemos talleres, cursos, capacitaciones, cine, teatro y otras actividades aparte de la Fiesta del Libro. La más grande satisfacción es haber posicionado la Biblioteca Julio Pérez Ferrero como un punto obligado de visita para quien está en la región.
¿Lo más difícil de su lucha en esta década?
Creo que constituir un equipo de trabajo. No es fácil lograr ponerse de acuerdo y coordinar el recurso humano para que se gesten buenas cosas. Al principio nos tocaba durar seis meses sin salario y aún así supimos hacerlo bien gracias a la calidad de gente con la que se trabajó.
¿Es la Biblioteca un “elefante blanco” como se rumoró en cierta época?
Claro que no. Un sitio donde se prestan tantos servicios no puede ser catalogado así. Hoy ofrecemos formación académica, artística, tecnológica y también en el área de idiomas; la mayoría de estos programas son gratis o subsidiados para la comunidad.
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Un elefante blanco es un edificio cuyo caparazón le queda grande a las actividades que se realicen, y acá ya se demostró lo contrario, el edificio le queda grande a la Biblioteca frente a lo que hemos hecho, prueba de ello es la Fiesta del libro.
Nosotros ofrecemos servicios como organización, administración y custodia de archivos; servicios de logística y de formación y otras cosas más que soportan la calidad de nuestro trabajo.
Los artistas en Cúcuta se quejan por falta de espacios culturales
Mi oficina es de puertas abiertas, somos incluyentes con todos. El problema fundamental es que los artistas no se preparan para presentar un buen proyecto y así concursar por un apoyo económico. A veces solo quieren que se les de plata por el hecho de ser artistas y no debe ser así.
Mire, el Ministerio de Cultura tiene un proyecto que se llama ‘Plan macional de concertación y estímulos”, es una bolsa nacional para apoyar a los artistas, a quienes presenten sus propuestas y justifiquen los recursos que necesitan. Pero he visto artistas tratando de hacer el proyecto a mano el mismo día que se cierra la inscripción.
Son buenos, pero no se preparan con tiempo.
¿Este es un error de la escuela empírica artística o de las instituciones culturales?
Desde que se cerró el antiguo Instituto Departamental de Cultura en el imaginario de los artistas aún vive el concepto del ‘niño huerfanito’. Todavía añoran esta institución que les pagaba hicieran o no hicieran.
Hay que cambiar esa mentalidad de depender de un Estado paternalista. Hoy en día no se regala nada, el Gobierno pide resultados y la única forma de competir es demostrar eficiencia. Uno no puede decir “denme plata porque soy García Herreros”; hay que escribir un proyecto, sustentarlo y demostrar que es viable.
¿Realmente todo es tan malo?
Bueno, yo hablo del trabajo que realizamos nosotros, no sé el de los demás como esté. Pero tenemos la satisfacción que en 2005 nos ganamos el Premio Nacional de Gestión Cultural como mejor red de bibliotecas del país.
Usted tiene fama de malgeniado en Cúcuta...
No soy malgeniado, es que como lo escribió mi padre, “los García-Herreros tenemos cara de arrechos así estemos contentos”. Es algo difícil de cambiar.
Soy explosivo cuando las cosas están quedando mal, me gusta que los resultados sean buenos, que si se propuso algo se cumpla porque la credibilidad está de por medio.
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¿En qué está fallando la ciudad en materia de cultura?
Se requiere mayor inversión. La ciudad tiene que hacer un esfuerzo para destinar mayores recursos al sector cultural. Y tampoco hay que politizar la cultura, porque en esta medida menos recursos van a llegar a este sector, van a estar de por medio otros intereses.
¿Cuál es la consecuencia de no apoyar los teatros en Cúcuta?
Los únicos teatros reales en la ciudad es El Zulima y el teatrino de la Torre del Reloj, de resto no hay más. El Teatro Municipal sería una buena opción, pero estamos pidiéndole a la Alcaldía que nos lo entregue para administrarlo, sería buenísimo establecer salas permanentes.