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Una flor para Cristina
Hoy, día de san Valentín, está de cumpleaños. Los celebrará sin fiestolaina y sin mucho alarde porque sigue siendo una mujer modesta. 
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Miércoles, 13 de Febrero de 2019

Cristina está hoy de cumpleaños. Yo no le pregunto cuántos está cumpliendo porque dicen que a las mujeres no se les debe preguntar la edad, ni siquiera el cura en la confesión. Sus motivos tendrán ellas para no contestar o para mentir. 

Algunos dicen que lo que sucede es que llega un momento en que las mujeres plantan, como planta el jugador de póker. “De aquí no paso”, dicen, y se quedan en los cincuenta o los sesenta y todos los años responden la misma respuesta: “Cincuenta años”. Entonces para qué preguntarles la edad si ya se sabe que la respuesta va a ser la misma. Eso dicen algunos.

Yo no les pregunto la edad por respeto. Me parece que en las cosas íntimas no debe uno meterse. Y nada hay más íntimo en las mujeres que la edad.

A mí en realidad no me importa cuántos años tiene Cristina, porque yo la veo siempre bonita, elegante y atractiva. Cada vez que la veo, me digo: Esta mujer, de joven, debió de ser toda una mamacita. Y no me equivoco. Por ahí estuve mirando algunas fotos de ella cuando estaba en el colegio, y me he ratificado en lo dicho.

La vida de Cristina ha sido fascinante. Nació y se crió en Pamplona. Cuando estaba volantoncita, sus papás le regalaron de navidad una bicicleta. Todos los domingos salía a la plazuela Almeida, de la que era vecina, a montar en la bicicleta y  a apostar carreras con sus amigas.

Un domingo de neblina, Cristina salió con su bicicleta a la plazuela. De pronto, tropezó con unos amigos, muchachos de su barrio, que le pidieron que les alquilara la cicla. Una hora y le pagaban diez centavos. Diez centavos le servirían para las onces en el colegio, pensó la jovencita. Los muchachos se metieron entre la neblina  y a la hora regresaron. Después vinieron otros. Ese día Cristina regresó a la casa con cuarenta y cinco centavos. Mucha plata para una señorita que estaba comenzando a vivir. El negocio le gustó y lo siguió repitiendo, domingo a domingo. Compró otra bicicleta de segunda mano y así arrancó su empresa de alquiler de ciclas, que redondeaba con alquiler de revistas de muñequitos. Puso local y salió adelante: De lunes a viernes estudiaba y sábados y domingos trabajaba en su propio negocio, que debió suspender para venirse a Cúcuta a terminar estudios en la Normal de señoritas. 

Después volvió a Pamplona y estudió Supervisión escolar en el Piloto. Pero Cristina no quería ser empleada. Ya se había aficionado a ser empresaria y fue cuando se le metió la chifladura de montar un colegio. Y lo montó. Pero le faltaba el nombre. Fue donde el Secretario de educación, Eduardo Cote Lamus, su amigo, en busca de consejo. Y él le dijo: Cristinita, le tengo el nombre: Colegio Cristina Ballén.

El Instituto de comercio para señoritas ‘Cristina Ballén’ hizo historia en la ciudad, no sólo por la calidad de la enseñanza y por la facilidad que les brindaba a las muchachas de escasos recursos, sino por el Centro Literario, que reunía escritores y otros intelectuales de la ciudad. Era el único encuentro con la cultura que había en la Cúcuta de entonces.

Cuando algún alcalde le quitó las becas que le daba el municipio y cuando la situación de Cúcuta empezó a patrasiarse, el colegio debió ser cerrado. Fue un golpe duro para la educadora.

Pero Cristina siguió haciendo historia. Escribe, se hizo abogada y se refugió en la Academia de Historia de Norte de Santander, donde llegó a ser hasta Presidenta encargada en varias oportunidades. Su sapiencia, su don de gentes y su generosidad hacen de su nombre un patrimonio imborrable en la Academia.

Hoy, día de san Valentín, está de cumpleaños. Los celebrará sin fiestolaina y sin mucho alarde porque sigue siendo una mujer modesta. Por mi parte le enviaré una flor inmensa de cariño y gratitud. Será una flor virtual, porque el palo no está para cucharas. ¡Feliz cumpleaños, doctora Cristina Ballén Spanochia! Y que cumpla muchos más. Pero tranquila, que jamás le preguntaremos cuántos son.  

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