Los colombianos, con preocupante pasividad, observan los actos del actual gobierno que van conduciendo al país hacia un futuro incierto. Parece que la mayoría cree con ingenuidad que en Colombia no pasa nada, No es cierto. Están pasando cosas graves.
A lo largo de nuestra historia han gobernado algunos presidentes sectarios, imprudentes, ineptos y uno que otro deshonesto. La mayor parte, sin embargo, han sido personas honorables, ilustradas y con trayectoria de bien.
Hoy, por una jugarreta del destino se eligió a un político, al que no voy a calificar por su conducta personal porque ya se ha dicho bastante sobre ella, sino tratar de entender cuál es su proyecto de país y cuáles son los medios que va a utilizar para ejecutarlo.
En este artículo me voy a referir a él como el Presidente porque esa es la dignidad con la que lo invistieron sus electores y es la que le asigna la Constitución Política como vencedor en las elecciones presidenciales del 2022.
Sobre los hombros del Presidente pesa la gran responsabilidad de conducir al país dentro del marco de la Constitución y las Leyes que juró respetar, para tratar de mejorar las condiciones de vida de sus conciudadanos en todos los aspectos.
Los discursos del Presidente, a veces confusos, contienen ideas de modificar instituciones, sistemas y obras con el fin de implantar el cambio, que es su obsesión.
Obsesión que se manifestó, por ejemplo, en querer cambiar el trazado del Metro de Bogotá para que se adoptara su capricho de que fuera subterráneo. O cambiar el nombre del Esmad porque se habían cometido arbitrariedades; cambiar los colores del Escudo Nacional para incluir símbolos de minorías etc.
Pero los grandes cambios que propone el Presidente tienen aterrorizados a muchos sectores de la sociedad por su incoherencia. Es el caso de cancelar la exploración petrolera y gasífera cuando se han malogrado varios proyectos de generación de energías renovables, e intervenir arbitrariamente el sistema de prestación del servicio público de energía que puede generar un grave desabastecimiento.
Las reformas que está impulsando a toda costa en el Congreso han tenido innumerables críticas de expertos en esas materias, usuarios, sectores políticos, asociaciones especializadas, etc. pero el Presidente insiste en que se aprueben usando los métodos que sean necesarios, como la “mermelada” que tanto criticó.
¿Cuál es el verdadero propósito de estos remezones? Pues el asunto es más grave de lo que se puede suponer. No es simplemente modificar los actuales sistemas para corregir sus fallas, sino ESTATIZAR los servicios públicos y la economía colombiana.
Como la Corte Constitucional en ejercicio de sus facultades de revisión le ha desaprobado varias iniciativas, el camino torticero que se pretende seguir es “asfixiar” a las instituciones para que el gobierno tenga que intervenirlas. Y lo más perverso que se busca es controlar los dineros que existen en los diversos sistemas para mantener a la población necesitada subyugada por medio de subsidios.
Las mayorías colombianas no pueden permanecer impávidas ante el apocalíptico futuro que se vislumbra si el Presidente logra imponer sus fanáticas propuestas.
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