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Trapecista sin malla protectora
El circo gubernamental nuestro está para comprar platea.
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Domingo, 4 de Mayo de 2025

Soy amante del circo. De sus payasos, malabaristas y domadores. Como soy viejo, disfruto del susto que produce el que mete la cabeza en las fauces del león o del tigre de Bengala, la que cabalga en dos caballos blancos a la vez y los fornidos trapecistas que vuelan a alturas inverosímiles, de los que cuelgan y se lanzan jóvenes magras y ágiles. Odio las motos que dan vueltas en la esfera de acero, por el ruido y el humero. Disfruto lo circense y trato de mantener viva mi afición yendo a funciones por los pueblos colombianos y del mundo.

El circo gubernamental nuestro está para comprar platea. Tiene consejos de ministros, que más parecen comparsas cariocas. Una paz total, semejante al malabarista que deja caer la primera bola y tras ella caen todas las demás. Una política exterior que se parece al hombre bala: no se sabe dónde caerá, ni si sobrevivirá. Y una vida personal de algunos altos funcionarios, con más sorpresas que el sombrero del mago.

La economía colombiana ha tenido por décadas, un siglo tal vez, una trayectoria de seriedad y eficacia a toda prueba. Ha permanecido estable y creciendo, la inmensa mayoría del tiempo. Ha contribuido a bajar los niveles de pobreza hasta mínimos históricos. Esa tendencia se revirtió en los últimos años.

La estabilidad está amenazada por el desmadre fiscal, derivado de la pésima administración macroeconómica, la renuncia irresponsable al uso de los recursos naturales, la incertidumbre para la inversión y el alto endeudamiento del estado. Los recaudos de impuestos no se reactivan a pesar de reformas tributarias en serie, que no solucionan los problemas de inequidad, ni de dificultad para los cálculos y los pagos.

El gasto público, o por lo menos su asignación en el papel, sigue en los más altos niveles, produciendo un déficit que según el Fondo Monetario fue del 6.7%, y un inédito endeudamiento público bruto de 61.3% del PIB. Se afectó gravemente la liquidez de Colombia por una combinación de mayores gastos primarios y menores ingresos. Esto lleva a que la diferencia del riesgo nacional con el de sus pares sea mayor, reflejando una percepción de deterioro relativo en la posición macroeconómica y fiscal, dice Bloomberg.

El FMI creó en 2009 un instrumento (Línea de Crédito Flexible, LCF) para premiar a las economías con fundamentales económicos muy fuertes y marcos institucionales sólidos, consistente en un cupo de crédito temporal, preventivo y de liquidez inmediata, para mitigar impactos imprevistos derivados de eventos externos, adversos y extremos, que ocurran en los países beneficiarios. Su monto se calcula como un número de veces el aporte del país al capital del FMI. En el caso de Colombia, beneficiada de la LCF desde su creación, estábamos cubiertos con alrededor de US$8.100 millones, equivalentes a 13% de nuestras reservas internacionales.

Servía para mostrar la confianza del Fondo en nuestra economía y en las instituciones y servidores públicos a cargo. La usó parcialmente el gobierno Duque para gasto de la pandemia. Los demás lo utilizaron, con éxito, solo como palanca negociadora del financiamiento general más barato.

Esto se acabó. A partir de este mes, no somos una economía que genere confianza. El crédito público se encareció. Nuestro acceso a la LCF quedó condicionado a que las consultas entre gobierno y Fondo, muy rápidamente, demuestren que hay voluntad de recortar gasto, hacerlo más eficaz y respetar las instituciones de las que depende la estabilidad, como el Congreso, las Cortes o el Banco de la República. Nada de eso parece posible con este gobierno.

Somos un mar de dudas, que pierde día a día capacidad para honrar con estabilidad jurídica y macroeconómica, sus compromisos financieros. Lo que se construyó en un siglo con dificultad extrema, se borró en unos meses con facilidad frenética.
Nuestro trapecista estrella, afectado en su buen juicio, enfrentará a los “vampiros” en el vacío, sin malla protectora.


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