Es irrefutable lo expresado en el Eclesiastés de la Biblia, según lo cual “para todo hay tiempo debajo del sol”. Pero esos ciclos están articulados a la vida, para la cual se impone una protección sostenible. O sea, la paz, en función de cuantas posibilidades están asignadas a los seres humanos en su travesía existencial.
Después de tantas adversidades recurrentes padecidas en Colombia, con violencias atroces y otras situaciones desgarradoras, dejar atrás ese abismo de muerte y de miseria es una prioridad inmediata para entrar en un nuevo rumbo con predominio de la convivencia, sin tentaciones de odio o de revanchismos pasionales.
Es el tiempo de paz y de la paz total, como lo quiere el gobierno. Una paz cierta, con participación colectiva, con una cobertura mayor a lo alcanzado por Barco con el M-19 y Juan Manuel Santos con las Farc, cuyos acuerdos fueron importantes, pero no tuvieron los desarrollos de implementación que requerían, sobre todo en lo que respecta al proceso con las Farc.
Lo que está previsto por el presidente Petro en esta nueva etapa lo necesita el país para salir de una encrucijada de más de medio siglo.
Los colombianos deben asumir la paz total de Petro como la principal prioridad. Y no se trata solamente de un adiós a las armas. Es mucho más. Comprende, desmontar los factores que tienen a Colombia en el atraso, en la pobreza, en la corrupción, en la intolerancia y en la discriminación clasista. El conflicto, en total. También se trata de la reparación a las víctimas y la construcción de unas políticas que generen justicia y le infundan a la nación una dinámica generadora de resultados óptimos en su economía, en la educación, en el trabajo, en la salud, en la cultura.
La paz debe garantizar una vida digna para todos. Así mismo, la democracia como la savia nutricia de la administración pública a fin de hacerla eficiente, trasparente y de utilidad común, sin restricciones.
Con la paz se erradica el crimen y la desaparición de este hace posible consolidar los derechos de quienes han permanecido marginados, como es el caso de los campesinos sumidos en la pobreza tras el despojo de sus tierras por bandas armadas con el apoyo de gamonales cavernarios.
La paz es el reconocimiento de los derechos de la mujer para que no siga siendo víctima de los cotidianos feminicidios o de los maltratos por la violencia intrafamiliar o de la discriminación de género de inspiración machista.
La paz hace posible el cumplimiento actualizado de la Constitución, a fin de que el Estado Social de Derecho no sea una disposición vacía sino de vigencia plena, bajo cuya garantía la protesta social no se estigmatice con la calificación de vandalismo.
Con la paz se preserva la vida de los líderes sociales, de los defensores de derechos humanos o de quienes están en la función de proteger el medio ambiente contra las acciones devastadoras de sicarios de la naturaleza.
Con la paz se obtendrán mejores resultados en la lucha contra el narcotráfico y su entramado, que tanto daño le ha hecho a Colombia.
Entonces, es tiempo de la paz y este debe ser un empeño colectivo para estabilizar un desarrollo de bienestar común. Es la prioridad.
Puntada
A la endeble reputación del Congreso se le siguen sumando desatinos como los del representante Miguel Abraham Polo Polo, a quien su oscurantismo lo llevó a afirmar que “nadie se ha muerto de desigualdad”. La suya es una ignorancia arrogante.
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