La inesperada renuncia a su curul de senador por parte del expresidente Álvaro Uribe Vélez parece que no pasa de ser un anuncio twiteeriano, producto de la emotividad y no del raciocinio. Aunque desde hace días corría el runrún de la segura diligencia judicial en la Corte Suprema de Justicia no dejó de ser una sorpresa el que día que se supo extraoficialmente que la especie era verídica, como en efecto sucedió.
Inmediatamente los politólogos profesionales y autodidactas empezaron sus conjeturas sobre las implicaciones de esta decisión del expresidente Uribe, aún no aceptada por la corporación, pero nadie menciona que además del Centro Democrático, la coalición gobiernista y el gobierno entrante, quien también perdería y se frustraría es una parte considerable de los electores que lo eligieron senador con un guarismo electoral importante y nunca antes visto.
Ahora bien, después del anuncio del expresidente Álvaro Uribe Vélez se conocieron unas declaraciones del presidente de la Sala de Casación Penal de la Corte Suprema de Justicia, doctor Luis Antonio Hernández Barbosa, donde dice que la corporación “recaudó pruebas que ameritan abrir investigación formal contra los congresistas Álvaro Uribe Vélez y Álvaro Hernán Prada Artunduaga para que respondan por los delitos de soborno y fraude procesal”. No fueron pocas las personas que manifestaron su desconcierto al escuchar esta afirmación tajante que tacharon de prejuzgamiento pretermitir el señor magistrado la alusión al principio universal de derecho penal sobre presunción de inocencia.
La mayor satisfacción de un líder político, en ejercicio o en la oposición, es derrotar electoralmente a sus opositores, los votos son los que demuestran el grado de aceptación popular de los dirigentes, máxime cuando se consideran “zoon politikon”, como los denominaba Aristóteles. Acudir a otras vías o usar las instituciones del sistema, como la judicial, para descalificar o destruir a un contendiente político, demuestra impotencia, desespero y negación del favor popular. En el primer caso, el electoral, es un fallo inapelable porque el constituyente primario se pronunció; en el segundo evento, queda la duda, la suspicacia y gran parte de ese mismo constituyente primario termina asombrado preguntándose, ¿quién está detrás de esto?
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