Esta semana trajo dos muy buenas noticias para la producción nacional, el potencial exportador y el futuro de la agricultura en Colombia.
La primera de ellas es que el Ministro de Hacienda ha declarado en la entrevista que le dio a la redacción económica del diario El Tiempo, con motivo del problema de la insostenibilidad del déficit en la cuenta corriente de la balanza de pagos, que una de las soluciones posibles para reducir este déficit en forma permanente es el desarrollo de la Altillanura y la siembra a gran escala de maíz y soya, entre otros, para sustituir las importaciones de estos productos. Esto generaría ahorros de divisas superiores a mil quinientos millones de dólares anuales.
La importancia de que el jefe del equipo económico del gobierno haya puesto esta opción de primera en el abanico de soluciones posibles a este problema es que se trata de una solución de verdad, vinculada a la producción. Si el ministro es consistente, van a fluir recursos para la construcción de infraestructura vial y fluvial en la región. Y se va a resolver el problema del uso de la tierra que es lo que ha detenido en seco su desarrollo y ha generado un enorme lucro cesante mientras se ha llevado a cabo un debate estéril sobre la tenencia de la tierra alrededor de la posibilidad o imposibilidad de acumular Unidades Agrícolas Familiares (UAF).
Durante todo este tiempo han existido soluciones para resolver el problema, entre ellas la figura de las zonas de desarrollo empresarial que se concibieron al tiempo con las UAFs, como lo ha declarado José Antonio Ocampo, padre de las dos criaturas, en el documento introductorio al informe de la Misión Rural. Se hubiera podido utilizar esa figura para haber impulsado el desarrollo de la Altillanura. Inexplicablemente nunca se acudió a ella y ahora cursa un proyecto de ley que intenta crear otras zonas de desarrollo empresarial denominadas ZIDREs. El partido de la U, sin embargo, tiene parado ese proyecto de ley para presionar al gobierno a disminuir las ventajas que le otorga a Cambio Radical.
Mientras eso sucede, el Vice Presidente tiene listos los fondos ($22,000 millones) y el contrato para el estudio de la carretera entre Puerto Gaitán y Puerto Carreño sin la cual no es posible que la región se desarrolle. Y no solo esto, pues también haría viable un aumento del área cultivable y de la producción agrícola que comenzaría a hacer realidad el potencial que dice la FAO que tiene la agricultura en Colombia de convertirse en una despensa alimenticia para el mundo.
Todavía hace falta financiar esta carretera cuando completen los estudios que por fin se van a llevar a cabo. Esto va a ser mucho menos difícil de lo que se supone si se tiene en cuenta que la región va a generar una riqueza enorme, parte de la cual se puede capturar anticipadamente con instrumentos financieros relativamente sencillos para ejecutar la obra. Un espejo de lo que pude ocurrir allí es el nordeste de Brasil.
Otro lejano es el medio oeste de Norte América. ¿Alguien se puede imaginar a Puerto Carreño con más de un millón de habitantes donde se alinearían los rascacielos entre la marina y el puerto, a lo largo de la Avenida del Río, el Orinoco, Venezuela y el atardecer al frente?