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En este Día del Padre, ellos merecen ser contados: así criaron solos a sus hijos
Papás solteros, sí existen. Y lo hacen todo: educan, cuidan, sostienen. Alexander e Ismael son la prueba viva de que el amor paternal también cría.

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Deicy Sifontes
Deicy Sifontes
Domingo, 15 de Junio de 2025

En un país donde históricamente la figura paterna ha estado marcada por la distancia o el rol de proveedor, cada vez más hombres están desafiando estereotipos y asumiendo con responsabilidad, amor y compromiso la crianza de sus hijos, incluso en solitario.

Ser papá ya no significa únicamente ayudar o apoyar, sino estar, criar, cuidar y construir vínculos sólidos que trascienden el deber, precisando que, aunque aún hay prejuicios y estigmas sobre su capacidad para ejercer una crianza afectiva, sus historias demuestran que la paternidad también puede ser sinónimo de entrega total.


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Alexander Quintero Patiño e Ismael Sierra Navarro son dos padres nortesantandereanos que, desde realidades distintas, comparten un mismo compromiso: ser el soporte emocional, económico y afectivo de sus hijos.

Entre pañales, tareas escolares y jornadas laborales, han construido vínculos sólidos, enfrentando los retos de la paternidad en solitario con determinación y ternura. Sus historias dan cuenta de un rol que, aunque muchas veces invisibilizado, merece ser contado.

Papás solteros.

 

“Parecemos más hermanos que padre e hijos”

Alexander Quintero Patiño es abogado, licenciado en lenguas extranjeras y docente de la Universidad Libre. Pero, más allá de sus títulos, se define como papá. 

Un papá que ha criado solo a sus dos hijos, Kastor y Yasser, desde que eran niños, enfrentando todo tipo de dificultades con una sola convicción: salir adelante juntos.


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Su historia como padre comenzó cuando tenía apenas 18 años. En ese entonces, acababa de iniciar sus estudios en la Universidad de Pamplona. La noticia de que sería papá lo tomó por sorpresa, sin dinero siquiera para sostenerse a sí mismo, y mucho menos para criar a un hijo.

Tuvo que abandonar sus estudios y empezar a trabajar en lo que fuera posible para mantener a su primer hijo: vendió minutos, manejó taxi, cocinó para estudiantes. Hizo todo lo que estuvo a su alcance.

 

Papá soltero.

 

Y años más tarde, llegó su segundo hijo, tres años y medio menor que el primero. Para ese momento, Alexander había retomado sus estudios en la licenciatura, pero la relación con la madre de sus hijos ya no era estable, sin embargo, asumió de nuevo la paternidad con compromiso, incluso en circunstancias más complejas que las de la primera vez.

Aunque la crianza en los primeros años fue compartida y los niños vivían con su madre, pasando fines de semana y vacaciones con él; todo cambió cuando el hijo menor expresó su deseo de quedarse a vivir con su papá. A pesar de las múltiples ocupaciones de Alexander —quien ya trabajaba como docente, no dudó un segundo y se lo llevó a vivir con él.

Y poco tiempo después, el hijo mayor también se fue a vivir con él, decisión que contó con el consentimiento de su madre. Desde entonces, los tres han vivido juntos, como un verdadero equipo. Alexander asumió todos los roles: papá, mamá, proveedor, guía, compañero, consejero.

Papá soltero.

 

"Somos un equipo", les decía, y así los crio. Los tres cocinaban, hacían las labores del hogar, estudiaban, y se cuidaban mutuamente.

Mientras criaba solo a sus hijos, Alexander no descuidó sus propios sueños. Terminó la carrera de licenciatura y luego la de Derecho, para más adelante cursar también una maestría.

Siempre encontró el tiempo para sus hijos. Aunque muchas veces agotado, no dejaba de compartir con ellos una película, una conversación o un paseo. Porque para él, el mayor regalo que se le puede dar a alguien es el tiempo.

La disciplina fue el eje de su hogar. Con el ejemplo, les enseñó a sus hijos a valorar el estudio, el esfuerzo y la constancia, convirtiéndolos en hombres profesionales: Kastor, el mayor se graduó como abogado con honores de la Universidad Libre, al igual que su hijo menor, Yasser, quien se convirtió en comunicador social y obtuvo tesis meritoria en la Universidad Francisco de Paula Santander. 

 

PAPAS.

 

Los tres comparten gustos, risas y complicidades; más que padre e hijos, parecen hermanos. Para Alexander, uno de los momentos más emotivos fue cuando tuvo el honor de entregarle personalmente el diploma de abogado a su hijo mayor durante la ceremonia de grado. “Se rompió el protocolo”, recuerda con emoción, sabiendo que esos logros son tan suyos como de ellos.

Hoy, cuando se celebra el Día del Padre, Alexander lo vive con profunda gratitud y orgullo. Reconoce que no ha sido fácil, pero cada sacrificio ha valido la pena. Rechaza la idea de que los padres son figuras ausentes. “Sí, es cierto que hay papás desentendidos, pero no todos somos así. Algunos damos la vida por nuestros hijos, por nuestros bebés”, afirma.

Y Alexander Quintero es prueba de ello. Un papá que educó desde el amor, el esfuerzo y la constancia. Un papá que, sin pedir nada a cambio, lo ha dado todo.

 

Papás.

 


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PAPAS

 

 

Un padre, una hija y una promesa cumplida

Ismael Sierra Navarro, comerciante de profesión, asumió hace más de 20 años, uno de los mayores retos de su vida: enfrentar la paternidad en solitario tras la separación con la madre de su hija.

Aunque la experiencia lo tomó por sorpresa, también lo impulsó a madurar, reorganizar su vida y sacar adelante a su pequeña, hoy a punto de ser una profesional.


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Y es que convertirse en padre a los 24 años fue una de las alegrías más grandes para Ismael. Laura es su única hija y desde el primer momento supo que su vida iba a girar en torno a ella. 

 

Laura Marcela.

 

“Fue una experiencia que nunca pensé que viviría, pero estaba preparado para recibir a mi hija y asumir el reto. Fue una etapa nueva, que me ayudó a madurar y a impulsarme más”, recuerda. 

Desde entonces, ha sido él quien ha estado al frente de cada etapa, cada reto y cada logro de la vida de su hija, a quien crio con el apoyo incondicional de su madre —la abuela materna— y una fuerte determinación.

Ismael ha sido un comerciante y emprendedor constante y como tal, su trabajo implicaba viajar en repetidas ocasiones, lo que representó un reto adicional. “Al principio, mi mamá me ayudaba cuando tenía que salir. Luego, ya con mi hija más grande, distribuía mi tiempo para estar con ella lo más posible”, explica; destacando que, a pesar de las limitaciones económicas y los sacrificios personales, nunca dudó de su capacidad para ejercer el rol de padre. “Momentos difíciles sí hubo, pero nunca pensé que no iba a poder”, afirma con convicción.

No obstante, con el paso del tiempo, las preguntas inevitables llegaron. “¿Por qué usted no vive con mi mamá?”, le preguntó su hija un día. Ismael, sin ocultar la realidad, optó por explicarle las circunstancias con sinceridad, sin juicios. "Creo que una familia debe tener siempre a mamá y papá, pero cuando eso no es posible, lo importante es estar ahí, como lo he estado siempre", contó. 

 

ISMAEL.

 

 

Y entre los momentos más difíciles recuerda la inestabilidad económica, las veces en que no pudo darle a su hija las comodidades que hubiese querido. "Pero lo necesario nunca le faltó. Gracias a Dios, con esfuerzo, todo se fue superando", asegura. Cuando ella ingresó a la universidad, sintió miedo, reconoce. “Pensé en cómo iban a ser esos cinco años, pero asumí el reto. Fue otro sacrificio que valió la pena”.

Hoy, con su hija a punto de graduarse como profesional, Ismael siente que cada paso ha valido la pena. “Siempre le dije que quería verla triunfar, verla profesional, y ahora que está a punto de lograrlo, no puedo sentirme más orgulloso. Nada ha sido en vano”.

A lo largo de los años, ha intentado inculcarle valores como el respeto, la confianza y el diálogo, por lo que, desde muy niña, siempre habló con su hija de todo.  Incluso, en los momentos en los que ella necesitaba una orientación femenina, supo estar presente con apertura, escucha y empatía. “Siempre fuimos muy apegados, ella me contaba todo, y eso ayudó a sobrellevar muchas cosas”.

LAURA

 

Ismael reconoce que hubo errores, pero también muchas decisiones acertadas. “Perfección no hay, pero creo que lo importante es que estuve, que nunca me fui. Eso es lo que cuenta”.

Ahora que el Día del Padre se celebra, para Ismael no hay regalo más grande que ver a su hija realizada. “Saber que he podido sacarla adelante, que la he acompañado en todo este camino, con la ayuda de Dios y de mi mamá, es la mejor recompensa”.

Ismael asegura que la sociedad no siempre es comprensiva con los padres solteros. "A veces nos señalan sin conocer la historia. Siempre se piensa que el papá es el malo, pero no todos somos así", asegura.

Aun así, su empeño ha sido demostrar con hechos que sí es posible construir una paternidad afectiva, sólida y comprometida. “Muchas personas que han visto el proceso me lo han reconocido. Eso también reconforta”.

ISMAEL.

 


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Papás solteros.

 

Padres como Alexander e Ismael merecen ser reconocidos: decidieron quedarse cuando era más fácil irse, amar cuando era más cómodo rendirse y criar desde el alma, aun con el mundo en contra.

Ellos no solo rompieron estigmas, también tejieron historias llenas de ternura, sacrificios silenciosos y pequeños triunfos diarios que solo conocen quienes educan con el corazón en la mano. Sus vidas son prueba de que ser papá no es solo un título, sino una forma de amar sin medida, de estar sin condiciones y de entregar todo, incluso cuando nadie lo ve. Porque sí, la paternidad en solitario también existe, y está llena de héroes cotidianos que, sin capa ni aplausos, lo han dado todo por amor. 

Su ejemplo no solo redefine lo que significa ser padre en el siglo XXI, sino que también abre la puerta a una conversación necesaria sobre la diversidad de las formas de crianza y el valor de quienes, contra todo pronóstico, deciden quedarse, sostener y formar desde el afecto. Porque la paternidad no tiene un solo molde, y cuando se ejerce con el corazón, trasciende cualquier prejuicio.


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