Los presidentes Petro y Maduro ratificaron esta semana en el Puente de Tienditas el buen momento de la relación entre ambas naciones. Su desplazamiento hasta la frontera para firmar el acuerdo parcial de comercio y de protección de inversiones, envía el mensaje claro de la importancia que los dos mandatarios otorgan a la relación binacional, que es estratégica y va mucho más allá de los aspectos comerciales. Sería importante, eso sí, que en esta nueva era no se olvidara la importancia del trabajo conjunto de los Ministerios de Defensa y las Fuerzas Militares, para trabajar conjuntamente en el combate eficaz contra las mafias criminales que operan en la frontera.
En el contexto entonces de esta especial luna de miel binacional, es imprescindible que como región definamos un plan coordinado y detallado de las tareas que debemos adelantar para garantizar que esta nueva era nos beneficie y que no suceda, como casi siempre, que los acuerdos entre Bogotá y Caracas en nada contribuyan a mejorar las condiciones de vida de la gente en Norte de Santander y Táchira. Si fuimos las principales víctimas de las desastrosas relaciones de Duque y Maduro y del absurdo rompimiento de relaciones diplomáticas, debemos ser ahora los principales beneficiarios. Sin embargo, hasta el momento somos solo espectadores de este proceso por la ausencia de liderazgo regional. Hace falta que gremios económicos, empresarios, organizaciones sociales, autoridades regionales, construyan de manera conjunta una propuesta que pueda ser compartida con el gobierno de Petro y que se oriente a la concreción de un cambio favorable para los miles de habitantes de nuestra frontera.
En el encuentro gubernamental y empresarial de fines del año pasado en Bogotá una de las mesas más activas y dinámicas fue precisamente la de integración fronteriza e infraestructura física. Hay que poner en marcha las conclusiones de ese profundo intercambio de propuestas e ideas en el que participaron muchos voceros de la región. Especialmente necesitamos que los gobernadores de Táchira y Norte y los alcaldes de Cúcuta y San Cristóbal se pongan las pilas y pasen de ser espectadores a protagonistas de la nueva era. Sería muy importante, por ejemplo, que de manera rápida, en el mes de marzo, en esta frontera pudiéramos realizar un encuentro ejecutivo que determine en forma concreta las acciones a seguir con base en las recomendaciones de la mesa y definir unas tareas prioritarias en el corto y mediano plazo. Con toda seguridad, si se trabaja desde acá en forma organizada, encontraremos apoyo de los dos gobiernos y de la CAF para emprender acciones puntuales.
Debemos, por ejemplo, solicitar a los dos gobiernos que desde los Ministerios de Trasporte se trabaje el indispensable proyecto del nuevo puente entre Puerto Santander y la Grita para impulsar la integración de las comunidades de esa frontera y el crecimiento del comercio hacia el Lago Maracaibo, con los beneficios que traería a la gente de la zona. Es inaplazable la apertura de los consulados de Colombia en San Cristóbal y San Antonio y el de Venezuela en Cúcuta, para prestar los mínimos servicios a los migrantes de ambos países. Hay que ejecutar de manera urgente el proyecto, que en su momento lideró el actual Ministro de Comercio, German Umaña, del encadenamiento productivo del maíz en la frontera, que permitiría cultivar miles de hectáreas y generar oportunidades de empleo productivo. Además, nos falta aún mucho trabajo para garantizar un comercio más ágil y expedito y levantar tantas trabas y restricciones que se mantienen.
El 2023 puede ser un año muy positivo para la frontera. Tenemos todo servido para que así sea en este nuevo escenario binacional. Que la inacción y la improvisación no frustren las inmensas posibilidades que se nos abren. Pongámonos todos a trabajar como región en ese propósito y no nos sentemos a esperar que Bogotá y Caracas nos digan lo que debemos hacer. Hagámoslo aquí y rápido.