El año 2023 luce menos dinámico que 2022 en términos de crecimiento económico, y lo más preocupante es que 2024 no pinta nada bien. En el primer trimestre de 2023 la economía se desaceleró a 3.0% y en el segundo trimestre el crecimiento fue solo un 0.3%. Esto obedece a la disminución de demanda interna, la inversión como porcentaje del PIB colapsó a 16.9% en el primer semestre, el nivel más bajo desde 2005 (excluyendo anomalías de pandemia). Ya muchos países nos están tomando ventaja, por ejemplo, EE. UU. con tasa de renta corporativa de 21%. Si no se dan pasos para facilitar la inversión, el panorama económico se puede deteriorar materialmente en 2024. No se está sembrando para cosechar si hay hambre, el gobierno está avisado.
Existe un ciclo económico observado donde los salientes mandatarios locales tienen su máximo nivel de ejecución su último año, después hay un freno cuando llegan los nuevos gobernantes, quienes empiezan a diseñar su plan de desarrollo. Se espera que en 2023 este fenómeno sea menos pronunciado, ya que el gobierno nacional optará por frenar esquemas de cofinanciación con regiones que no gobierna la izquierda, la gran mayoría. Para 2024 el gobierno debe pasar la página, trabajar con todas las regiones del país, la venganza no da resultados.
Los actuales motores de crecimiento, remesas e inversión minero-petrolera, se deben a factores externos. Si se mantiene el actual ritmo, es probable que ambos factores logren estar cerca de los $50 billones para 2023. Buenos precios del petróleo atraen inversión, no importa la hostilidad regulatoria, igualmente robustos mercados laborales en EE. UU. y España tienen un impacto en remesas. El deterioro de la demanda interna debería ser algo a lo que el equipo económico le haga seguimiento.
Una actitud de “yo no me opongo a la inversión privada” no es suficiente, se deber pensar en cómo promoverla. El fenómeno de El Niño no es culpa del gobierno, pero el hecho que, según XM a octubre soló haya entrado el 16% de la capacidad de generación eléctrica prevista, por lo menos debe hacer reflexionar al gobierno. Esos 5.546MW ausentes en el peor de los casos nos salvarían de un apagón, pero como mínimo su ausencia hará más cara la energía para la industria y los hogares en el primer semestre de 2024.
Con proyecciones de crecimiento entre el 0.8% y -1.5% para 2023 y cifras de desempleo del 9.3%, hay una de dos opciones: o las mediciones de mercado laboral del DANE están equivocadas o hay una caída sustancial de productividad. Puede que haya un fenómeno de medición de mayor emigración de colombianos, el regreso de venezolanos y un aumento de tele-trabajo. Si confiamos en las cifras del gobierno, el aumento del empleo con bajo crecimiento, por mera matemática significa baja productividad. El impacto se verá en una disminución en el incremento del salario mínimo.
James Carville decía que, si pudiera reencarnar en algo, le gustaría ser el mercado de deuda para hacer intimidar a todo el mundo. Déficits masivos durante la pandemia salvaron a la economía colombiana, pero nos dejaron sin mucho margen en este momento. El crecimiento del futuro, si viene, necesita inversión privada. Si empieza un deterioro en las cifras sociales, el margen de maniobra del gobierno será cada vez más estrecho.