Mi amiga, mi buena amiga:
Como sé que tú eres de la generación del celular y de la tablet y del portátil, de los que crecieron con la seguridad de que fuera de la internet no hay salvación, y como no sabes del encanto que para nosotros, los muchachos de hace un jurgo de años, significaba la navidad, hoy quiero hablarte del juego de los aguinaldos, una costumbre, tal vez pueblerina, pero que nos llegó de España, sencilla y sana y que nos llenaba de mucha alegría, como debe ser la navidad.
Cuando los conquistadores españoles pasaron por Las Mercedes, en busca del Dorado y del Tesoro de Alfínger, alguna navidad los sorprendió en el caserío y nos dejaron la costumbre de los aguinaldos. La costumbre se regó por todos nuestros pueblos y villas y ciudades (que eran pueblos grandes), y se ha mantenido hasta hoy, digo mal, se mantuvo hasta que las muchachos de entonces nos volvimos viejos. “Los de entonces ya no somos los mismos”, dijo el poeta.
De modo que yo quiero invitarte, ahora cuando apenas está comenzando este bullicio navideño, a que te despojes de tu tecnología y juguemos a los aguinaldos. Contigo volveré a rejuvenecer y las penas se irán p´al carajo y le estaremos haciendo caso a Desiderata: Esfuérzate por ser feliz.
Ahora que digo Desiderata, te contaré algo. Este poema, cuyo autor en realidad se desconoce porque hay muchas leyendas a su alrededor, me gusta, primero, por sus enseñanzas. Yo lo he tomado como mi biblia. Te recomiendo que lo leas.
Pero, además, me gusta porque me recuerda a mi mamá que se llamaba Desideria. Tal vez a Cleto Ardila, su papá y mi abuelo, le leyeron alguna vez el poema y le gustó su título, Desiderata, y por eso a mi mamá la bautizó como Desideria, nombre que no está ni en el almanaque de la Cabaña, ni en el Brístol.
Pero vamos al grano. Aguinaldo significa un regalo que se da por navidad, pero para ponerle más interés a la cosa, porque a la cosa hay que ponerle interés, se hace una apuesta entre dos personas, familiares, amigos, esposos, novios, amantes, en fin. Lo que sea. No importa la relación. Lo que importa es el juego.
Se hace la apuesta, se pacta qué se va a regalar, y se escoge el juego, porque hay varios. El que pierde, paga. Pero se le da la oportunidad al perdedor de volver a jugar y así se sigue jugando y jugando hasta la media noche del 24 de diciembre, cuando las campanas, los pitos y el Gloria, cantado por los ángeles, señalan que el Niño Dios acaba de nacer. El ganador debe gritar Mis aguinaldos, para que el otro sepa que ha perdido el juego.
Las siguientes son algunas de las modalidades de los aguinaldos:
Dar y no recibir: Tú me ofreces algo y si yo lo recibo, tú dices Mis aguinaldos y yo he perdido. O al revés.
El mudo: Se trata de que no nos contestemos lo que nos preguntamos. ¿Qué horas son? Nada. ¿Quieres un vino? Silencio absoluto. ¿Me quieres? Puedes contestar con los ojos y tu linda sonrisa, pero no con palabras. Si me dices “quieres un beso”, yo creo que te contesto de inmediato aunque pierda el juego.
El golpecito o el tiento o el tentado: Tú aprovechas un descuido mío, y sin dejarte ver, llegas y me das un golpecito en la espalda y me dices Mis aguinaldos. O yo también me puedo aprovechar de tus descuidos. El golpe no debe ser muy fuerte para evitar desmayos y accidentes.
El sordo: Es parecido al mudo. No hay que escuchar nada de lo que nos decimos.
La estatua: Me gritas o te grito “estatua”, y uno debe quedarse unos minutos en la posición en que se encontraba. Si me muevo o si te mueves, pierdes o pierdo. El beso robado: Como el nombre lo dice, tienes que robarme un beso. O yo a ti. Pero el beso debe ser robado. Sin embargo, yo de ti me dejaría robar, que tus besos deben ser sabrosos.
Hay otras modalidades pero el espacio se me acabó y me regañan los del periódico. Espero que te hayan gustado mis jugarretas y mi propuesta. Yo volveré a ser muchacho y tú aprenderás algo nuevo. ¡Mis aguinaldos!
gusgomar@hotmail.com