“Sabes cuando debes irte y cuando no debes aceptar menos de lo que mereces. Si es así ¡eres un hombre honorable!”, S. Rimes.
Este día de la independencia que pasó, tuvo a bien la Honorable Junta Directiva de la Academia de Historia de Norte de Santander que preside el doctor Luis Fernando Niño López, de exaltarnos a los miembros de número Cicerón Flórez M., decano del periodismo regional, Pablo Chacón Medina, destacado jurista y criminólogo, y al suscrito columnista, al máximo grado de sus integrantes como miembros Honorarios. Yo ingresé de la mano de Juan Agustín Ramírez Calderón, Manuel Buenahora G. y José Luis Villamizar Melo, quienes me postularon hace 48 años.
Un honor inmerecido, si se mira la lista de los que lo han sido: Alfonso López M., Pedro Rubiano Sáenz, Rubén Salazar Gómez, Miguel Ángel Burelli Rivas, Luis Anselmo Díaz Ramírez, J.J. Villamizar Molina, Mauro Torres, Antonio Cacua Prada, Arturo Valero Martínez, Luis A. Medina Sánchez, José Luis Villamizar Melo, Pablo Emilio y Juan Agustín Ramírez Calderón.
Ser honorable es de una significación latina máxima, pues deriva del honor, que es como el camino en la búsqueda de la perfección mediante el bien y el buen hacer las cosas, o intentarlo siempre. Que, además, es una búsqueda de la propia felicidad comenzando por respetarse a uno mismo y los demás seres que nos rodean, al decir Claudio.
Es cuestión de entrega a una disciplina, a una querencia noble, a una lucha por varios o simplemente propia, pero dentro de comportamientos ejemplares e imitables, que susciten seguimiento. A veces el vocablo trasmite antipatías por su exclusividad, algo que Ortega puso un día en el tapete de las discusiones con el concepto de las minorías. Pero lo ideal es que el Honor sea también propia de las mayorías, que es como el objetivo de algunas ideologías.
A veces conturba recibir esa distinción de ser Miembro Honorario de algo, por la implicación que deriva; ser como el ciudadano ejemplar.
Desde los claustros universitarios muchos estudiantes, sobre todo los de las áreas humanísticas nos apasionamos por la historia. Como buen provinciano y calentano y bachiller de colegio privado y católico, al llegar a la U, me dio por romper el celofán y manosear textos marxistas. Y el judío decía que el hombre se realiza haciendo la historia, me detuvo y de ahí pasé a Toynbee.
Y esa inquietud les trasmití a mis alumnos. Con una síntesis en dos tomos del estudio de la historia, los puse a leer. Toynbee critica la historia tradicional que magnifica y no mira los entornos de sus protagonistas y sus miserias, solamente las grandezas.
Mil gracias a la Academia de Historia, a su directiva y a sus miembros de número y correspondientes. A la generación de relevo de los historiadores que sabemos llegar al retiro.