Mucho se habla en la administración sobre la Cúcuta que quisiéramos y de ahí la propuesta enfocada hacia el año 2050, pero muy a nuestro pesar, luego de ver los resultados, el asunto del desarrollo de ciudad se quedó en anuncios y obras inconclusas, las cuales han traído malestar ciudadano dada la improvisación y falta de planificación de las mismas.
Si nos detenemos por un instante a pensar qué hubiese pasado si el alcalde Yáñez hubiese iniciado verdaderas obras de envergadura, pues el problema sería mayúsculo, toda vez que las mismas quedarían en el limbo de las ejecuciones, pero por fortuna de todos, los avances para mejorar la cara de la ciudad, fueron bastante pobres y ya no hay nada que hacer.
Prueba de lo anterior, es que la persona que supuestamente sería el heredero político del burgomaestre, ocupa los últimos lugares en las encuestas y en ese lugar se mantiene desde hace meses, habida cuenta que conozco una persona que realiza juiciosas mediciones estadísticas, las cuales indican que lo actuado por la presente administración es bastante pobre y en consecuencia, es poca o nada la capacidad de endoso electoral.
Son muchas las tareas que bien pudieron adelantarse, entre las cuales se encuentra la señalización de la ciudad, habida cuenta gran parte de las verticales, presentan deterioro por las condiciones climáticas y porque ya cumplieron su ciclo de durabilidad. De igual manera, es necesario abordar el tema de los reductores de velocidad, utilizados en nuestra ciudad presuntamente con olfato técnico, desconociendo la importancia que cumple la ingeniería de tránsito en este y todos los casos relacionados con la movilidad.
Los más utilizados son los resaltos, conocidos por la ciudadanía como “policías acostados” construidos en su mayoría sin cumplir las mínimas especificaciones técnicas y de ahí el fuerte impacto que se siente en un vehículo cuando se atraviesa uno de estos elementos y sumado a lo anterior, no están pintados con pintura reflectiva de color amarillo, tal como lo establece el Manual de Señalización expedido por el Ministerio de Transporte.
El problema se convierte en un inminente riesgo para todo tipo de conductores, en especial los de motocicleta puesto que la posibilidad de esquivar o evitar un accidente es poca y por el contrario, con facilidad pierden el equilibrio y por lo general la más afectada es la parrillera, aunque también puede pasarle a un parrillero, dado que el Decreto municipal que lo prohíbe, es otro saludo a la bandera y de ahí que cada quien hace lo que considere necesario.
También han sucedido accidentes entre automóviles, por cuanto es difícil advertir la existencia de un resalto sin pintura y al reducir la velocidad bruscamente, puede recibir el impacto de otro automotor que sin guardar la distancia prudente, impacta al que avanza metros adelante.
Concluyo, que para mitigar la accidentalidad derivada de los resaltos no señalizados, no se necesitan miles de millones y en cambio, se mejora en algo la imagen de una administración que aún no sabemos para dónde quería llevarnos y lo logró. Lo cierto, es que los resaltos deben ser objeto de mantenimiento y otros que no cumplen especificaciones, demolerlos preventivamente y planificar la necesidad de su correcta construcción.