Desde finales de los años 80, cuando cayó el muro de Berlín, que se mantuvo 28 años, los tiempos cambiaron muchas cosas. La rebeldía romántica de los 60, ideológica y humanística, se tornó pragmática y se desnaturalizó. Nuestra revolución generacional se archivó. El neoliberalismo y la globalización adobada de libre mercado para lograr el nuevo modelo económico, arrolló todo.
Incluido el sueño, que dejó de serlo, de los movimientos guerrilleros latinoamericanos, especialmente los de edad adulta como lo colombianos, que el modelo económico nuevo los volvió trizas, como dijo Londoño Hoyos en estos días, acuñando frases greco-quindianas, iguales a las de su cuasi paisano Timochenko y los sumió en el camino del delito y los narcotizó y degradó inconmensurablemente.
Y así, luego de estos huracanes, precedidos por las buenas o las malas intenciones, - nunca se supo- de los vanidosos Pastrana, Uribe y Santos, desembocamos en la búsqueda de la Paz. El otro día el economista Eduardo Lora, a propósito de estas vanidades locas afirmó que “con cierta soberbia, el presidente Santos había dicho que, igual que Abraham Lincoln cuando puso fin a la esclavitud en Estados Unidos, él sería reconocido dentro de diez años o más, por haber conseguido la paz.” Quién sabe, la memoria es frágil.
Lo cierto es que los guerrilleros de las Farc, entregaron gran parte de sus armas y ellos mismos prisioneros de su causa, ahora conocieron la libertad, se alimentan mejor, hacen el amor sin los temores que zumbaban sobre sus miserias, manosean lo servicios precarios de la salud y el agua potable y saneamiento básico, el transporte y los subsidios del estado, e inermes creen en la seguridad de su integridad que les dan sus hermanos combatientes del ejército nacional: infantes, artilleros, caballeros de tierra y aire, marinos y fluviales. Ya no regresarán al monte. Si, los tiempos han cambiado.
Pero también comprenden, como todos los colombianos, que lo pactado, mal o bien garantizan la paz con el cumplimiento de lo negociado. La carreta es el peor enemigo de la paz. La planeación comunitaria, la autosuficiencia campesina y la seguridad alimentaria si sigue como simple discurso, son nociones tan trasnochadas, decía Lora, como la creencia que tenían las Farc de llegar al poder por las armas.
Las 350 páginas de La Habana prometen mucho. Pero ello es un mal latinoamericano. Soñar escribiendo en el papel. Uno repasa los derechos fundamentales consagrados en todos los Textos Constitucionales del continente, y todos pecan por el mal francés, derivados de los sueños irrealizables de los Derechos del Hombre desde la Revolución Francesa y que ningún Estado es capaz de garantizar. Difícil, si. Tan distintos del Constitucionalismo Inglés, que garantiza menos derechos, pero màs efectivos.
En los próximos diez años, en las zonas rurales ¿erradicaremos la pobreza extrema y reduciremos en 50% la pobreza rural? ¡¿Seremos capaces de redistribuir tres millones e Hectáreas y eliminar los cultivos ilícitos, que se nos triplicaron en solo cuatro años? ¿Seremos capaces de garantizar y hacer efectivos los derechos de las mujeres y las minorías étnicas?
Yo creo en el proceso con todos sus errores y aciertos. Colombia tienen una oportunidad y luego sì, reconstruiremos la Constitución del 91, que volvimos una Gelatina, unos por acción y otros por omisiòn, porque no la defendimos.
Adenda. Ya estamos en el pueblo, seguiremos las luchas que iniciamos.