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Los ticinco de Nerys
Nerys se lo merece todo y mucho más. Cuando era  quinceañera, fue candidata  en un reinado de la simpatía.
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Miércoles, 1 de Agosto de 2018

No quise preguntarle cuántos años estaba cumpliendo. Yo sé que las mujeres son muy susceptibles cuando alguien se les mete al rancho a preguntarles por su edad. Y yo, que soy muy respetuoso ante ellas, prefiero quedarme callado antes que meter la pata.

Me llamó la atención que ella, mercedeña de cuna y de crianza, estuviera celebrando su cumpleaños número no sé qué tantos, en el Club del Comercio de Cúcuta. En Las Mercedes se los celebrábamos en el corredor de su casa porque no había sala, al lado de las enjalmas y aperos de las bestias que don Pedro, su papá, alguna vez había arreado hacia Sardinata.

Más tarde supe que fueron sus hijos y su esposo los que quisieron darle una sorpresa. De modo que cuando ella lo supo, ya no había nada qué hacer: ya estaban las tarjetas repartidas, ya habían apalabrado el salón y negociado la champaña, la torta y el pollo.

Pero me alegré por el salto, lo que quiere decir que los mercedeños también podemos festejarnos en sitios exclusivos. Muy bien. Ojalá otros sigan el ejemplo. Pero me invitan.

Así que acudí a la fiesta de mi paisana y amiga, Nerys Gómez (de otros Gómez, no de los míos). Allí me topé con viejos amigos y amigas viejas que hace tiempos no veía. Allí recordamos aquellos tiempos juveniles, cuando la vida era pura alegría, pura gozadera, puro pasarla sabroso. Estaba casi toda su familia: nietos, hijos, hermanos, primos, tías, cuñados, y claro, su marido: Luis Jesús Prada Pineda, de los Pradas de Lourdes y los Pinedas de la arriería. Faltó Ruperto Botello, el cuñado, pues compromisos con la revolución bolivariana no lo dejaron asistir, pero en su nombre estuvieron sus dos hijos. De modo que los únicos colados éramos Ernesto Morales Ortega, mercedeño de pura cepa y abstemio cuando no lo brindan, mi mujer y yo. La reunión fue agradable, muy conversada más que bailada, con algunos amarillos, mediditos porque el palo no está para cucharas, discursos, ensaladilla y abrazos y picos untados de torta.

Nerys se lo merece todo y mucho más. Cuando era  quinceañera, fue candidata  en un reinado de la simpatía. Tocaba reunir pesos para la campaña del municipio de Las Mercedes. Ni Nerys fue reina, ni Las Mercedes fue municipio. Años más tarde, Nerys fue la reina del hogar que conformó con Prada, en cambio Las Mercedes todavía hoy no es municipio. No sé hasta cuándo nos tocará esperar, pero algún día será, como dijo la boba.
   
El noviazgo con Luis Jesús Prada comenzó con ese reinado, cuando él acudió presuroso a consolarla por la derrota. La consoló tanto y en forma tan efectiva, que resultaron novios, a escondidas de don Pedro Gómez, el papá de la novia. Como eran vecinos, se veían por el solar. Cuentan que una vez el novio tumbó una cerca de palo por andar encaramado tratando de pasar donde la novia. El suegro se dio cuenta y le quitó las visitas, y el tío, donde vivía Prada, don Rogelio Pineda, lo regañó fuertemente y lo obligó a repararle la cerca. Luis Jesús, amilanado, se fue a pagar arriendo a otra parte, pero se seguían viendo a escondidas, por los lados de la quebrada, y mandándose papelitos.
   
Creció el amor, que terminó en casorio. Don Pedro aceptó al yerno y prepararon la boda. Desde entonces han sido un modelo de hogar, con cinco hijos, todos profesionales y un montón de nietos, que sigue creciendo, de día y de noche.
   
En el cielo, doña Carmen Amelia, la mamá de Nerys, sonreiría feliz esa noche cumpleañera, al lado de Mercedes, la hermana, que voló muy temprano, y al lado  de don Pedro que diría, quitándose el sombrero: “Jue los diablos, cómo se crece la familia. Ahí les mando a mis hijos Emigdio y Guzmán, para que los entretengan contando mentiras, habilidad que me heredaron y que lo hacen muy bien”.

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