El papel de las primeras damas, o consortes, en la historia política de la humanidad siempre han sido objeto de diversas manifestaciones, en algunos casos por sus excesos, en otras por las traiciones, otras por las infidelidades y en algunas otras porque aspiran a destronar a su compañero en el ejercicio del cargo. El amor y el poder es un coctel peligroso. No es sino recordar hace dos mil años cuando Cleopatra en Egipto escapaba de su hermano Tolomeo para asesinarla, quien era su esposo porque en esa época las relaciones de poder eran incestuosas, y en esa fuga la reina se encuentra con un emperador romano que igual huía de Roma, porque acababa de separarse de su infiel esposa Pompeya, y por ello, se divorcia y aparece aquella famosa frase: “La mujer del César no solo debe serlo, sino parecerlo”. Esos fueron los inicios de las primeras sociedades políticas, y esas vanidades en el poder y la política continúan.
Ahora, en el siglo XXI, en el gobierno del cambio Verónica viaja por varias partes del mundo con fotógrafo y maquillador, sin duda un exceso de vanidad y para nada un buen mensaje para un país con altos niveles de pobreza, en el que no para la violencia hacia líderes sociales, en donde las imágenes de la avalancha en la vía Quibdó – Medellín son terribles, y para rematar se prepara otra reforma tributaria. Una cosa es que se entienda que una primera dama deba tener un mínimo de protocolo, pero como dirían en Roma, “en un gobierno del Cambio, la mujer de Petro no solo debe serlo, sino debe parecer que es un cambio”. Las apariencias de un gobierno son importantes, y aún más las realidades, por ello una de las imágenes inolvidables de un presidente latinoamericano, la de Pepe Mojica con su Volkswagen en Uruguay.
Y hablando de más vanidades, en esos interminables temas de amor y poder, tenemos nuestra propia historia. El 1838 Santander siendo presidente, estaba acompañado de Nicolasa Ibáñez; en el cumpleaños de la hermosa mujer, llega de visita el futuro presidente de la Nueva Granada, José Ignacio de Márquez, y el anfitrión Francisco de Paula bajó a servirle un licor al invitado; su sorpresa cuando subió, encontró a Márquez haciéndole insinuaciones a la sensualocañera. Cuenta la historia que Santander bota por el balcón al invitado. Una inusual crónica de Colombia: el presidente en ejercicio empujó al futuro mandatario por un balcón. En otras latitudes, los Kirchnertambién en excesos de poder y vanidades hicieron con Argentina todo lo que quisieron. La degradaron, abusaron, se la robaron, hasta el extremo que mucho de la actual quiebra viene de allá.Y ni para que hablar del sainete, de esa burda historia que se teje en Nicaragua en lo que ha terminado “El sandinismo”, con Ortega de presidente, y su esposa vicepresidente. Uno de los capítulos admirables de estas historias de poder y vanidades en América Latina, la lealtad de Evita hacia su esposo Juan Domingo Perón. En 1951 lo tenía todo para ser la presidente, al punto que si hubiere querido podría desplazar a su esposo, la Plaza de Mayo reclamaba su presencia, gritaban “Evita” – no sabían que ya estaba enferma con cáncer -, pero aún así le dio la oportunidad a Juan Domingo de ser reelegido.
Por todo ello es que en un “Gobierno del Cambio” las apariencias son importantes, mucho más de lo que imaginamos, y más en momentos en que el 2024 se muestra como un año definitivo para esta administración, al punto que si fracasa, lo que se nos puede venir en el 26 es una derecha envalentonada que puede llegar a tomar medidas políticas y sociales muy regresivas. Por todo ello Verónica, guarde las apariencias, bájale a los viajes, al peluquero y el fotógrafo, quien debería es sacar fotos de la avalancha en el Chocó. Por ahí comienza el cambio.
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