El triunfo de Donald Trump en Estados Unidos ha destapado el fondo de la ideología que hay en el neosocialismo (progresismo), haciendo surgir una nueva inquisición. En la prensa gringa, europea, latinoamericana y colombiana, periodistas y columnistas han declarado, como poseedores de la Verdad, que quienes votaron por Trump (casi 76 millones de estadounidenses de todo tipo) se mueven entre la idiotez y la matonería. Son los nuevos inquisidores y los comentarios de la mayoría de los opinadores realmente no admiten una discusión racional, sino solo una sonrisa avergonzada y una profunda preocupación por como el virus contracultural del socialismo ha impregnado la sociedad Occidental.
Vemos regresar del Oscurantismo al gran inquisidor Torquemada, para quien piense en contrario de la cultura woke y la supremacía del Estado;el que lo haga debe, como en la extinta Unión Soviética, ser considerado un enfermo o un delincuente. Algo que vemos en la práctica en la Venezuela socialista de Maduro. Las apelaciones a la defensa de “esa democracia woke”, llaman a que hay que “controlar” la sociedad para que piense bien; eso realmente ya no causa risa, causa preocupación y obliga a pasar a la resistencia de la democracia liberal de los nuevos inquisidores.
Ellos, que se declaran incluyentes, defensores de los débiles, librepensadores, han pelado el cobre: son personas infectadas de un pensamiento radical, absoluto, y como se ve violento, que para defender la “democracia socialista” validan la violencia (Trump tuvo tres atentados) y la persecución política de los opositores con todas las formas de lucha. Los Demócratas intentaron en Estados Unidos, lo que hacen en América Latina y en Colombia, judicializar la política, pero afortunadamente para los gringos y el mundo, la Corte Suprema de Justicia defendió la democracia de los padres fundadores e impidió encarcelar a Trump por “delitos sexuales” que quedan pequeños ante el affaire Clinton-Lewinsky. Razón tuvo Trump al apelar al sentido común del votante para superar esa infección mental del progresismo.
Impresionan los actos grotescos de histeria y locura estúpida que se vieron en votantes y seguidores del wokismo. Ese movimiento progresista que es de elites, académicas, empresariales y de medios, ha acabado con cualquier discusión racional al seno de la sociedad, que ellos se han encargado de separar entre negros y blancos, heterosexuales y no heterosexuales, ricos (exceptuando a Soros, Bill Gates, Bloomberg y otros) y pobres, ultras y progresistas (quien no es de la religión woke es un ultraderechista fascista), indígenas y conquistadores cinco siglos después, buscando convertirse en los oráculos e inquisidores de la nueva religión.
Ojalá que el retorno a la racionalidad que empezó en Estados Unidos se expanda por el mundo para salir de ese letargo mamerto en que nos metieron profesores y periodistas con agenda política, pudiendo asistir a un neorrenacimiento donde se pueda lograr la lucha contra la pobreza, sacar a los pobres de la pobreza, no “subsidiándoles” la pobreza, una sociedad verdaderamente inclusiva, una búsqueda del desarrollo sostenible desde la ciencia y no desde la ideologización, un regreso a universidades donde el libre debate sea su gran valor y podamos sacar a las universidades de ese encarcelamiento ideológico que será su destrucción y para que sigan siendo un faro de progreso y dejen de ser refugio de grupos de apoyo a terroristas o terroristas en sí.
Trump no es exactamente el líder que uno esperaría, pero tuvo la inteligencia de entender el sentimiento de la ciudadanía estadounidense, propia o inmigrante, de regresar a las bases de lo que hicieron a ese país la sociedad más exitosa del planeta, con sus problemas, pero que como se mostró, el socialismo no mejoró sino que destruyó. Hoy la prensa gringa progresista cree que se deben “controlar” los medios, lo que les parecía una aberración cuando a esa prensa progresista se le acusaba de activista.
Recuerden “gowoke, gobroke”. En Colombia en 2026 derrotamos el socialismo o nuestro futuro es la emigración.
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