El presidente de Colombia, según está consagrado en la Constitución de la nación, es elegido cada cuatro años para un período de igual lapso. Pero hace algún tiempo se dispuso hacerle medición al Jefe del Estado en sus primeros cien días, con lo cual se pretende ponerle posibilidades a su gestión y someterlo a calificación. Es un juicio anticipado y hasta puede ser sesgado, con afán político. Algunos extreman ese escrutinio y lo utilizan para fabricar a su antojo la imagen del mandatario. Prima el deseo, orientado al vaivén del afecto profesado.
Al presidente Gustavo Petro ya le hicieron la medición con diferentes varas. Desde luego, no faltó el sectarismo negativo de opositores dogmáticos como son los senadores del Centro Democrático Miguel Uribe Turbay o María Fernanda Cabal, quienes representan la beligerancia que impide ver los hechos a la luz de lo veraz. Es la repetición del viejo partidismo de liberales y conservadores aferrados a condenar al contrario en términos arbitrarios, fuera de contexto. Ese linchamiento es una forma de violencia, donde el arma es la palabra de agravio, el insulto y esa destilación de enemistad por las diferencias de pensamiento y con acomodo a intereses egoístas. Como ellos hay muchos otros con diferentes protagonismos en los diversos medios de expresión, para quienes poco importa la paz y un desarrollo en que cuenten los principios de justicia social y reconocimiento de derechos sin exclusión.
Habrá también quienes del lado del nuevo oficialismo no tomen en cuenta omisiones perniciosas, porque esos remanentes de viejo cuño son palos atravesados en la rueda del cambio. Hay que erradicarlos con la prioridad requerida.
En cuanto a los primeros cien días del gobierno Petro, se debe reconocer que pesan más los aciertos que los errores. Respecto a estos se debe proceder con voluntad autocrítica, a fin de no incurrir en destinos que pueden tener un alto costo con afectación de los correctivos que deben hacerse.
Hay hechos relevantes en el comienzo del gobierno, como es la reforma tributaria, consolidada finalmente con aportes de sectores activos de la nación. Hubo debate, se acogieron propuestas de cambio y se redujo el cálculo de recaudo en función de armonizar diferentes puntos de vista sobre los objetivos propuestos. Un espíritu abierto al entendimiento sin sacrificar los fines buscados. Y de eso se trata, mas no de renunciar al compromiso de sacar a Colombia de la violencia, de la corrupción, de la desigualdad, de la pobreza, de la degradación ambiental y de tantos atrasos acumulados que representan condiciones de adversidad para la mayoría de la población.
No se puede descalificar al gobierno porque no acoja las propuestas de los que ya tuvieron mandato y han dejado saldos catastróficos. El cambio es para superar lo que estuvo mal hecho.
Se debe tomar en cuenta que los balances positivos del pasado no los son tanto, como está demostrado en los problemas que afectan a la nación. El llamado crecimiento de la economía no se refleja en el bienestar general. Las utilidades se concentran en un sector de privilegiados, mientras la pobreza abarca a la mayoría de los habitantes de la nación.
Entonces hay que dejar que el nuevo gobierno ejecute su programa. Por los resultados se le calificará.
Puntada
Con todo merecimiento el Premio de Periodismo Simón Bolívar fue otorgado al director de El Espectador, Fidel Cano, en la categoría de vida y obra y al sobresaliente comunicador Daniel Coronell, como periodista del año. Dos relevantes figuras del “oficio más bello”.
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