Las personas que me conocen más de cerca (fuera de estas páginas) y que siguen mis redes sociales saben que tengo rivalidad con los runners porque, por su causa, cierran vías casi todos los domingos en nuestra ciudad. Sin embargo, esto es solo tomadera de pelo, y hoy quiero reconocer la grandeza de este deporte.
Lástima que mis amigos nunca lleguen a leer estas palabras porque la gente de menos de cincuenta años ya no lee periódicos, y mucho menos columnas de opinión. Pero bueno.Hablaba de la grandeza del running, y no por los espectaculares tiempos en que los atletas terminaron los 21K, ni por los PR (récord personal) que muchos alcanzaron, ni por la capacidad predominantemente aeróbica que hay que tener para correr en una tierra con altas temperaturas y una humedad promedio del 91%.
Utilizo la palabra grandeza porque hoy el running, y en una escala muy superior a la de otros eventos, puso al mundo a hablar de Cúcuta, a sentir curiosidad por nuestra tierra y a verla con ojos positivos.
Una de las publicaciones del mayor cacao que trajo la organización de la Media Maratón de Cúcuta (MMC), Sergio Turull (@pitufollow en Instagram), corredor de ultra distancia e influenciador, tenía más de 20.000 “me gusta” y cientos de comentarios positivos para —y sobre— la ciudad. Adicionalmente, el alcance de la MMC en una sola red social llegó a más de tres millones de personas, es decir, mucha gente -no solo cucuteña- estuvo atenta de este espectáculo.
La MMC tuvo tres mil novecientos cincuenta (3.950) corredores, es decir, casi 4.000 almas encendidas y familias expectantes; cientos de personas en la calle con pancartas alentando a desconocidos para que lograran su meta; setecientos (700) empleos entre directos e indirectos; y restaurantes y hotelería en su máxima capacidad, albergando a las mil doscientas (1.200) personas que viajaron desde veinticinco departamentos de Colombia y nueve países.
Esta carrera nos recordó cuál es el espíritu cucuteño y que somos los bravos hijos por muchas razones diferentes a las que escuchamos en las barberías de los barrios o en las esquinas donde se juega el chance.
No es por nuestra inmensa capacidad de subsistir en un entorno donde el empleo formal escasea y hay más probabilidades de convertirse en traqueto o prepago que en científico o gerente de empresa.
Tampoco por tener el cuero tan duro como para que no nos duelan ni nos conmuevan los trescientos sesenta y siete (367) homicidios que han ocurrido en el año (porque si los mataron, “seguramente fue por algo”, como dicen por ahí).
En Cúcuta, el hambre y la pobreza son reales. Así los privilegiados se burlen y digan “la gente disque no tiene plata y yo veo todos los restaurantes llenos”.
Pero lo más importante es que el hambre de grandeza sigue viva en medio de este panorama. Muchos trabajan día a día no solo por ellos mismos, sino para que Cúcuta sea grande, y aunque reconocen todo lo negativo que transmito en estas líneas, hacen algo para que la ciudad mejore.
El objetivo de posicionar a Cúcuta como referente deportivo, indudablemente, se logró. Pero el verdadero récord de la MMC fue haber dado una muestra de lucha por una tierra con tantas dificultades.
Me seguiré quejando por la incomodidad de los cierres viales, pero en el fondo, me siento muy orgullosa y aplaudo este evento que nos llena de lo que tanto necesitamos: grandeza.
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