¿Hasta dónde aguanta el municipio? Tantos males, arbitrariedades y abusos, se cometen o toleran con la presunción de legalidad. Lo más degradante es la perniciosa expresión de quienes comprendiéndola, y aun explicándola en las academias de Derecho, la utilizan como funcionarios, para multiplicar tales despropósitos, haciendo alardes de audacia en los escenarios públicos.
Y no debe ser así, porque la administración pública se expresa ante sus ciudadanos con Actos de Administración, que realmente les decide cosas importantes. Decisiones que producen efectos que se imponen y son eficaces, es decir obligan un resultado.
Entonces todos pensamos que la administración es sabia y obra dentro de un marco perfecto trazado por reglas superiores casi infalibles. Y aceptamos, ¡ajá! Es una decisión perfecta. Solo que los hombres que las elaboran no lo son.
No lo son, porque no son sabios y sensatos, o siéndolos son interesados, utilitaristas o perversos. Pero son decisiones que se nos imponen. Solo que aquí en Cúcuta, son muchas y las más importantes, son imperfectas por ser elaboradas con malicia utilitaria y personal, perversa y delictiva.
Sí, como dijera un día Álvaro Gómez Hurtado en un editorial famoso: “El municipio es un bobo eterno”. En términos generales se cree que es un ente eterno. Ahí está ahí para siempre, nadie se imagina que algún día, se gasta como una vela encendida. Entonces explotémoslo.
Y así, el desgaste se practica elaborando y aprobando Acuerdos Municipales inconstitucionales e ilegales, prorrogados a veces a sabiendas de su prohibición, o los Alcaldes producen Decretos y Resoluciones con autorizaciones vencidas a sabiendas también. O se corren escrituras públicas después de vencidas las autorizaciones que las hacen nulas. O las juntas directivas de las entidades descentralizadas, atrevidamente reforman la Constitución y las leyes de la república, con una torpeza ridícula, que en su audacia juran que son geniales.
Y así, tenemos que los temas gruesos del municipio de Cúcuta, se imponen a pesar de sus nulidades constitucionales y legales, sosteniendo su vigencia con la maldita presunción de legalidad.
¡Oh, presunción de legalidad, cuántos detrimentos patrimoniales del municipio de Cúcuta, se cometen en tu nombre! Veamos.
Casi todas las concesiones en Cúcuta, incluida la última, están viciadas de nulidad y sobreviven bajo la protección de la bendita presunción de legalidad, en espera de una demanda y una medida cautelar.
En su defecto, que un buen asesor jurídico le explique al señor alcalde, el contenido del Artículo 4° y 6° de la Constitución “en todo caso de incompatibilidad con la constitución y la Ley, prevalece la Constitución y además, el Artículo 66 del Decreto 01 de 1984.
Miren: El aseo de Cúcuta desde el contrato 618 y 619 de 2000, sin autorizaciones vigentes del Concejo, se mantiene, se fusiona, se compra, se vende, se cede, se cambalachea, bajo la maldita presunción de legalidad. ¡¿Cuántas sumas de valor contiene? ¿Y quiénes pagamos?
La concesión de la Sed, del agua potable y el alcantarillado, parten de tres acuerdos de transformación de la Empresa de servicios, de un convenio de desempeño con el Ministerio de Hacienda, que pagó por nosotros un crédito, de una constitución de la nueva sociedad, de un contrato de operación y mantenimiento, que firmamos con Aguas Kpital, que se liquidó el 17 de diciembre de 2018, pero que hoy opera Transcivic como el fantasmita Gasparín.
Todo ello se firmó, Justo cuando los términos de la autorizaciones pro tempore al Señor Alcalde estaban vencidas. Y pagamos todos.
Y así las demás concesiones: Fundambiente, se firmó seis meses después de vencidas las autorizaciones dadas al señor alcalde de la época y lleva ya en su faltriquera unos 23.000 millones de pesos al gratín, sin que la contraloría lo detecte. Y lo pagamos todos.
Todo por la maldita presunción de legalidad que sostiene tales actos administrativos y su eficacia, están ligados a su vigencia.
Adenda: Prevaricar es un verbo cómodo y rentable, en un entorno donde no hay capacidad de denuncia.