Cuando las personas acuden a la consulta del psiquiatra o del psicólogo buscando alivio a su ansiedad y tristeza, lo hacen con toda la esperanza puesta en que el profesional de la salud mental sabrá utilizar un gran arsenal de estrategias terapéuticas que lo traerán de nuevo a la normalidad, o por lo menos a una posición muy cercana a la que se encontraba antes de empezar el sufrimiento. Sin embargo, poner toda la responsabilidad en el terapeuta sin contar con sus propios recursos, podría considerarse un tanto ingenuo y hasta irresponsable, aun cuando es de suponer que si ya se encuentra en este punto, ha sido porque sus esfuerzos en mejorar han sido infructuosos y llegó el momento de buscar ayuda.
Es tarea del terapeuta, buscar en el paciente el renacer de sus fortalezas para que vuelva a tomar el control de su vida, lo que puede hacerse a través de esclarecimientos (hacerle ver comportamientos que hasta ese momento están ocultos), señalamientos (dar opiniones que pueden aclarar la situación de lo que se está conversando) y consejos terapéuticos (como su nombre lo dice, hacer comentarios obligados en beneficio de su salud, como cuando se le recomienda a un paciente dejar de fumar o beber), entre otros.
Además de lo anterior, es frecuente preguntarle al paciente si cuenta con tres tipos de apoyo que son de suma importancia para recuperar su bienestar.
En primer lugar, el apoyo familiar, dado por el tipo de relaciones con sus seres queridos y consanguíneos, como padres, hermanos, hijos, etc., que si bien, en un principio consideramos que deben ser positivas y saludables, en muchos casos pueden llevar más bien a develar la causa del problema, porque son tormentosas y poco funcionales.
En segundo lugar, se encuentra el apoyo social, formado por sus amistades y conocidos, e incluso por actividades recreativas (clases de bailoterapia, deportes, bingo, solo por mencionar algunas), que enriquecen esta parte del ser humano de ser sociable y la sensación de pertenencia.
Y por último está la más importante, el apoyo espiritual.
Definitivamente para las personas es muy saludable seguir creyendo en un ser divino. Cada quien cuenta con su propia visión de Dios, es cierto que para nosotros se trata de la religión católica, porque es la que llegó primero y ha sabido mantenerse a flote a pesar del tiempo y de las atrocidades que muchos han cometido en su nombre. Ahora bien, no se trata de estar todos los domingos en misa o darse golpes de pecho constantemente, eso queda para quienes se entregan por completo a sus creencias, me estoy refiriendo a la esperanza de que van a mejorar, a la idea de que no están solos, que Dios ha puesto en su camino al terapeuta y la medicación, además de entrar al templo y llenarse de paz y esperanza.
La idea de que un ser superior nos cuida y nos tiene a prueba puede ayudar a muchas personas a permanecer luchando contra la depresión y la ansiedad. Por otro lado, si la mejoría no termina de llegar queda la resignación y la paciencia, con la alternativa de que el instrumento de Dios es el profesional de la salud mental.
Las personas deben alimentar estos tres apoyos, porque la depresión es una enfermedad tan traicionera que hace que se pierda la esperanza de un futuro mejor, y sobre todo, quien la sufre está seguro que nunca se va a recuperar, siendo esta una de las razones para considerar que es mejor no seguir viviendo.