Hace 53 años, un 19 de abril por mejor seña, al General Gustavo Rojas Pinilla, el régimen del partido único mal llamado Frente Nacional le robó las elecciones.
El fraude se inició a las ocho de la noche cuando el presidente decretó el toque de queda y nos mandó a dormir. El candidato del régimen era aventajado por 113.000 votos cuando el ministro Carlos Augusto Noriega prohibió los boletines radiales e inmediatamente en su propia voz comenzó mentir.
En 1995, veinticinco años después el inefable Noriega contó la historia del robo y lo ratificó en un libro en 1998, en el cual pilatesca e ingenuamente culpó a los gobernadores culiprontos de Nariño y Cesar, cuando en realidad lo fueron todos de a “muchito”. Y así supimos como dolosamente cambiaron la ecuación electoral.
Ayer se repitió la historia aquí en la vecindad. Nuestro paisano de Carora Nicolás Maduro Moros sacó la fórmula del escaparate y se la impuso a la oposición apropiándose de las actas electorales para adulterarlas y maquillarlas; una práctica que no tiene nada de malo, según expresó ayer su cosmetólogo Diosdado Cabello.
Robar las elecciones es una costumbre vieja que se refinó en el siglo pasado en USA y Europa, mezclando política, religión y los factores de producción para desigualar, discriminar, excluir quedándose con el poder. Los protagonistas son siempre los mismos: autócratas donde un solo hombre y su partido de bolsillo tiene el control absoluto del Estado, que toma las decisiones por encima de la ley.
Las consecuencias siempre han terminado en dolorosos movimientos revolucionarios, porque la tendencia natural del hombre es la libertad y lucha a muerte por ella.
Así se produjo en 2010 la primavera árabe que exigía reformas políticas que se extendió por el mundo y en Siria produjo una guerra civil.
Llama incendiaria que puede prender cualquiera de nuestros estudiantes en un semáforo, o en un paradero de autobuses, como lo hizo en Túnez Mohamed Bouazizi, un adolescente vendedor de cachivaches y que reprodujeron y multiplicaron las redes sociales.
Extraño que Maduro y Diosdado Cabello ignoren que así cayeron dictadores como Zine El Abidine Ben Alí en Túnez y Hosni Mubarak en Egipto.
Adenda: En el derecho internacional público se distingue la inmunidad de jurisdicción y la de ejecución.
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