
Los actores y patrocinadores de las bodegas de la oposición escogieron la estrategia del insulto para su ejercicio político. Todo lo hacen con sevicia y destilando odio, que es una secuela del sectarismo partidista en que fueron formados.
Frente a las propuestas de cambio que el país requiere la respuesta de los opositores no es presentar otra opción sino el rechazo de anulación.
Y en esa postura se sienten infalibles, mesiánicos, sabios todopoderosos. Son dogmáticos y se autoproclaman dueños absolutos de la verdad, con menosprecio de las ideas provenientes de otras visiones.
Pero esa vehemencia también los lleva a extremismos que los muestra como enemigos de los principios democráticos y proclives al servilismo en detrimento de la soberanía nacional.
Congresistas, precandidatos a la Presidencia y jefes de partidos políticos ponen el grito en el cielo por problemas que son de cotidiana ocurrencia. Son los desajustes heredados de los malos manejos que diferentes gobiernos le han dado al país. Pero buscan que se mantenga el statu quo para que sus intereses no sufran merma y así preservar los privilegios clasistas. La sentencia es no ceder, así sobrevengan crisis y fracturas de impactos colectivos.
El lenguaje que se utiliza en forma recurrente le apuesta a lo más negativo. Se seleccionan enemigos para ultrajarlos y la estigmatización llega hasta extremos repudiables. Todo eso está adobado de mentiras que replican algunos medios en detrimento de la información. Es una maña nociva que debe sacarse del consumo nacional si que es busca corregir lo que está mal.
Seguir por la senda de la distorsión proclamando narrativas de venenosos contenidos es contribuir a la desorientación generalizada. Es fomentar la expansión de laberintos que no permitirán dilucidar el camino que se debe hacer en la perspectiva de encontrar lo anhelado.
Esas erupciones de agravio tienen, además, la finalidad de incentivar la violencia de los diferentes grupos armados. Porque esa práctica devastadora le sirve a los opositores de carnada en la pesca perversa que practican.
Cuando se debiera asumir la lucha contra la violencia como una prioridad que no admite reparos, hay quienes irresponsablemente se alinean del lado de la muerte. Lo hacen oponiéndose a las negociaciones y prefieren el exterminio de la población civil, como si ese sacrificio les dejara un rédito insustituible.
Pero el país no está para seguir entregando su integridad a los generadores del crimen. Los agravios de esos embaucadores atrapados en sus designios abismales no pueden ganarle al pueblo unido en el propósito de darle a Colombia la dimensión merecida con democracia funcional, paz para todos, igualdad social, derechos colectivos, conciencia ambiental y erradicación plena de todas las formas de corrupción.
Estas metas no chocan contra nadie y le garantizan a la población una vida útil con el aprovechamiento de los recursos con que cuenta la nación.
Los de los agravios pasarán a un segundo plano con la confirmación de que sus bravuconadas no tienen opción, así sigan gritando e insultando como vicio obsesivo.
Puntada
El día de la afrocalombianidad debe tener relevancia por todo el legado que le ha aportado a Colombia esta comunidad.
ciceronflorezm@gmail.com
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