La mayor prioridad de Colombia es consolidar la paz, poniéndole punto final al conflicto armado y a todas las otras situaciones que generan violencia con diferentes acciones criminales. La paz como reconocimiento de la vida en sus más variadas dinámicas y posibilidades de enaltecimiento existencial. La paz como promotora de bienestar humano para superar las perniciosas vicisitudes cotidianas. La paz como expresión de solidaridad y respeto recíproco. La paz por encima de las diferencias, pero articulada a la libertad que permita debatir ideas sin prejuicios ni dogmas que envilecen la razón.
No puede ser que la nación esté condenada a padecer el suplicio de un exterminio recurrente impuesto por las armas bajo la presión del sectarismo partidista, la intolerancia corrosiva, la injusticia, el abuso de poder, los privilegios excluyentes, la discriminación clasista, la codicia y todo ese entramado de políticas sostenido a sangre y fuego.
La violencia es la savia con la cual se preservan intereses ilícitos. Es un instrumento de las mafias empedernidas en su empeño devastador, o de clanes que tienen por finalidad apoderarse a como dé lugar de los recursos públicos. La corrupción contribuye a esa causa de perversión.
Todos los grupos armados en Colombia con la finalidad de ejercer violencia se han dejado permear de la estrategia del terror. Con sus escaladas victimizan a los civiles indefensos, a los campesinos para despojarlos de sus tierras, a los miembros de la Fuerza Pública o atentan contra el medio ambiente con la minería ilegal, con la tala de bosques, con los atentados a las redes petroleras, entre otras acciones desoladoras.
Con todo eso le va quedando al país un enorme saldo negativo que equivale a su inestabilidad y al atraso en el desarrollo económico y social. Ni siquiera la guerrilla que nació como contrapeso de la desigualdad obró en esa dirección.
Por la vía de la confrontación armada no se va llegar a la paz. Lo cual está demostrado. Queda la opción de la negociación con resultados positivos en los casos del M-19, las Farc y estructuras del paramilitarismo, en distintos gobiernos. Con ellos se alcanzaron acuerdos significativos. La desmovilización de los combatientes llevó a la dejación de las armas. También se acogieron propuestas sobre soluciones a problemas que pesan sobre la nación. No todo se ha cumplido pero está vigente el compromiso de desarrollar los acuerdos que le dejarán beneficios ya previstos a los colombianos.
Sin duda, se impone trabajar por la paz con mayor énfasis. Es una causa que no debiera tener opositores. Conviene a todos, incluidos lo grupos que siguen en armas. Los beneficios que pueden obtener de la violencia les deja un peso corrosivo. Es la vida la que vale.
La insistencia del gobierno en la paz es un compromiso que no admite pausas, a pesar de los obstáculos que surjan. El Eln llegará tarde o temprano a la conclusión de que no le queda otro camino que el la paz. Y los sectores que tienen reservas sobre sobre este proceso también llegarán al convencimiento de que la paz es la vida.
Puntada
La nueva presidenta de México Claudia Sheinbaum tiene las condiciones para fortalecer la democracia en ese país y consolidar un nuevo desarrollo de beneficios colectivos.
ciceronflorezm@gmail.com
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