“Ser colombiano es un acto de fe”
Jorge Luis Borges.
Una crónica de prensa informó que viajó más de 160 veces en avión, lideró más de 54 ciclos en los que se negoció durante unas tres mil quinientas horas, participó en la elaboración de unos cien comunicados y estampó su firma en más de dos mil trescientas páginas, en ese encierro por la paz, como en un convento benedictino.
Y antes de ese encierro conventual que aceptó como deseándolo, cuando el presidente le hizo la propuesta para liderar las negociaciones de paz con las Farc, le advirtió al país que era recomendable mantener la templanza, que efectivamente conservó y le sirvió para controlar el desbordado apetito colombiano por las soluciones mágicas y en cambio fomentar una cierta dosis de escepticismo, que es y ha sido según él como una coraza contra la volatilidad de la opinión.
Ese es y sigue siendo Humberto de la Calle. Y ese escepticismo que tanto defiende aún hoy de candidato presidencial optimista, lo tomó como ha tomado todos los retos de la vida desde su etapa estudiantil, como el más firme cimiento del realismo. Cuando entró a la soledad de las negociaciones de lo que llamo yo, un retiro conventual benedictino, sin hacerse muchas ilusiones con una guerrilla que él llamó muy “curtida”, pero con la convicción que un pesimista es un optimista muy bien informado.
Todos los colombianos le hicimos seguimiento a su estrategia, a su perseverancia, a sus pocas pero explosivas manifestaciones de carácter y a los ciclos de conciliación y persuasión inverosímiles. Nos le alineábamos y nos desalineábamos, pues el manejo mediático de la confidencialidad nos desinformaba o nos atribulaba.
¿Cómo manejar esa soledad conventual de las negociaciones del exregistrador Nacional, del exconstituyente, del exvicepresidente que renunció por un dilema ético, del exembajador, el abogado de la Universidad de Caldas? Ah, la prosa y la poesía, entendida a lo Borges; cuya diferencia reside en el lector. Ante una página en prosa se esperan noticias, información, razonamientos, en cambio el que lee un verso sabe que tiene que emocionarse. Entonces, Humberto siempre tuvo toda la obra de Borges en el nochero, del convento benedictino de La Habana.
Desde Manizales nuestra generación se alimentó de Borges. En la librería “Mi Libro”, un rinconcito de los conspiradores de todos los pelambres del mundo universitario, se agotó un día la “nueva antología personal del maestro argentino. Allí se contenía la autoselección del poemario y de la prosa. Imagino cuáles poemas gravó en su memoria, así como yo me quedé con el cuento corto más perfecto del mundo: “El enemigo”.
Humberto es el candidato de la paz, él la negoció, él la “craneó” como dice la muchachada universitaria, esteremos con él. Por convicciones.