En marzo de 1992, Juan Mosca apretó el perfil de Humberto de la Calle Lombana en los siguientes términos: “Lector afiebrado, jurista, mal deportista, se hizo conocer como registrador nacional. Posteriormente se destacó al lado de César Gaviria como asesor constitucional. Se le reconoció luego la pericia con que manejó, ya como ministro de Gobierno, la Asamblea Constituyente que nos dio la nueva Constitución. Es ahora (1992) importante en el manejo el problema guerrillero y se le cita como uno de los nombres del futuro liberal”.
La cita del hereje e irreverente Juan Mosca es pertinente, pues demuestra que las aficiones por la paz de nuestra generación no son del 2010 de la era Santos, sino que vienen desde los fabulosos años sesenta que cambiaron el mundo, protestando contra la absurda guerra de Vietnam, contra la agresión soviética que generó la primavera de Praga, las jornadas de mayo de París de los estudiantes y los obreros contra el poder y la grandeza de De Gaulle que no cabía en Europa, los asesinatos en Norteamérica de los líderes de los derechos civiles en disímiles estamentos como los Kennedy, Malcolm X, Martin Luther King y, en América Latina, Camilo Torres Restrepo, la matanza estudiantil de Tlatelolco en la plaza de las Tres Culturas, en el Méjico de Díaz Ordaz, El Concilio Vaticano II y sus innovaciones y sucesos como el primer trasplante de corazón del cirujano Cristián Barnard.
De la Calle es tan auténtico como el café del viejo Caldas. De su pueblo natal trasladado a su Manizales del alma, al barrio “Campo Hermoso”, que es para que lo entiendan los cucuteños, como si se hubiese levantado aquí en el barrio Popular o en La Merced. Ajeno a maquinarias de miserias, a tal punto que ya en 1992 en este reportaje confesaba, “me falta aparato electoral”, para ser presidente. Su inteligencia, su disciplina, su temperamento tolerante pero indeclinable en sus convicciones, su voracidad de lector, su capacidad de estudio y el mundo que le dio las oportunidades de asimilar las más refinadas culturas, le hacen el hombre de la paz, para Colombia en estos momentos de incertidumbres.
Se nos viene una consulta en la podemos participar todos los colombianos, e iniciar el rescate y el fortalecimiento de los partidos tradicionales de Colombia. Poco a poco vamos dejando la improvisación de los 65 partiditos políticos, para volver a la “madre vieja” de los tradicionales que tienen que refundarse a partir de la paz. No en vano la historia de Colombia, con errores o con aciertos, en 200 años los han hecho los partidos Conservador y Liberal. Y Humberto de la Calle es un liberal auténtico.
Para lograr la paz, es necesario haber padecido la guerra. Humberto la sintió desde su más temprana infancia. Su padre, que tenía un periódico en Manzanares y era jefe liberal, cierta noche fue conminado a salir. Abandonaron Manzanares y se instalaron en Pereira y a los pocos meses pararon en Manizales, un reducto, un paraíso.
Ese es el Hombre, además, honesto por los siete costados. El hombre del bolero a la vespertina y tango al amanecer, como dice Juan Mosca. Ah y el rock clásico. Las nostalgias de “La Cuevita”