En días anteriores circuló un video donde el presidente del Ecuador Daniel Novoa declaraba una lucha frontal contra la corrupción al manifestar que se habían dictado normas drásticas de cadena perpetua contra los corruptos. Cabe manifestar que en ese país la inseguridad, la violencia, las luchas internas de bandas delincuenciales y especialmente la corrupción en su máxima expresión fungen orondas muy similares a lo que sucede en nuestro país.
Al parecer el susodicho video resultó apócrifo, pero recibió sendos comentarios de los colombianos opinando que eso lo debería tomar en cuenta el congreso de la República para legislar severamente contra ese monstruo de las mil cabezas.
De mi parte, reflexioné, en diálogo con mi otro yo, concluyendo que los señores congresistas no se iban a hacer el harakiri, pateando, como se dice popularmente, esa grandiosa lonchera repleta de mermelada suministrada por el gobierno de turno.
Esta práctica de la compra de votos a los congresistas no es nueva en este gobierno del cambio, en la reelección del señor Uribe le hicieron encerrona en un baño de presidencia a la entonces representante a la Cámara Yidis Medina en el caso de la “yidis política”, siendo condenada por la justicia al vender su voto por cuotas burocráticas, junto con los exparlamentarios Teodolindo Avendaño y Omar Diaz Matéus, de la misma manera a los exministros Sabas Pretel, Diego Palacios y algunos más.
Y en este nauseabundo caso que se destapó en la UNGRD, donde están involucrados funcionarios públicos, contratistas y parlamentarios, escandaliza a la opinión pública, exigiéndose una justicia ejemplar, en consideración a las investiduras de los sindicados, como posibles autores de innumerables delitos contra la administración y la moralidad pública.
Y que no nos crean tan ingenuos a los colombianos, de que el presidente de la República no estaba enterado de todo el entramado que se tejió para que se aprobara la reforma pensional y se avanzara el estudio y aprobación positiva de las demás iniciativas propuestas por el ejecutivo.
Como ingenuos nos creyeron, con el cuento de la inocencia del señor Samper por la financiación de su campaña con dineros del narcotráfico, donde el elefante entró a sus espaldas a su sala y no se dio cuenta. O la del señor Uribe que no estaba enterado de los falsos positivos, las interceptaciones por parte de organismos del Estado y las pichuras de un montón de sus funcionarios en fuga unos y condenados otros.
Las denuncias del exdirector y ex subdirector de la UNGRD, destaparon una cloaca repugnante que tienen a la ciudadanía colombiana estupefacta esperando pronta justicia y a la comunidad internacional perpleja.
Gracias por valorar La Opinión Digital. Suscríbete y disfruta de todos los contenidos y beneficios https://bit.ly/SuscripcionesLaOpinion