Hasta ahora en el gobierno de Gustavo Petro se vive una riqueza de noticias, polémicas y debates por doquier. Se ha dicho mucho, pero en esencia se ha hecho poco, para bien o para mal. El gran logro legislativo es una reforma pensional con poca probabilidad de pasar el examen constitucional. Las innecesarias reformas tributarias ahorcaron el lánguido crecimiento post-pandemia. Al no hacer mucho en materia de seguridad, Colombia es más insegura. Una actitud permisiva pero hostil hacia el capital privado ha venido secando la inversión. El último dato de inversión es el más bajo en 20 años, volvimos a estar por debajo del 15% del PIB. Si el presidente quiere recuperar su imagen, según Gallup con un 66% de desaprobación, necesita que en Colombia ocurran más cosas, se debe volver furiosamente pro-inversión.
Deng Xio Ping decía que no importa si el gato es blanco o negro, siempre y cuando cace ratones. Esto en referencia a que, con tal de luchar contra la pobreza, no importa si hay que recurrir al sector privado. Lula es reconocido por entender que la inflación golpea más duro a los más pobres. Todos estos líderes de pensamiento de izquierda entendieron que la inversión es fundamental para el desarrollo. Se puede diseñar el modelo económico que se quiera, pero sin inversión, así sea privada y más grave aún si es extranjera, no hay progreso.
La dinámica actual de altos impuestos con mala gestión en la DIAN, la incertidumbre regulatoria con temor de intervención en salud y servicios públicos, la imposibilidad de licenciamiento ambiental con hostilidad administrativa contra minería y petróleo, y el deterioro de la seguridad están obstaculizando profundamente el recaudo. Con limitaciones en el alcance del presupuesto de inversión pública, el gobierno debe pensar en proyectos mixtos o facilitar los privados.
Independientemente de lo que digan los empresarios frente a las cámaras en los “pactos” que organiza el gobierno, el capital colombiano está votando con los pies. La inversión del país en el extranjero, al mes de julio, ascendió a US$2.044 millones, lo que representa un incremento del 70.5% en comparación con el 2023. Durante el primer semestre, la inversión extranjera en el país disminuyó un 28.6%, es decir, US$2.697 millones menos que hace un año. Entre ambos fenómenos, casi $19.0 billones de capital no están contribuyendo con el desarrollo de Colombia en solo siete meses del 2024. Si las condiciones no cambian para ser amigables a la inversión, preocupa que esta tendencia continúe.
Al no encontrar oportunidades económicas después de la pandemia, la tasa de emigración en Colombia se duplicó para sobrepasar los 500 mil. Se requiere más inversión. Continuar privatizando los requerimientos para el desarrollo, como la consulta previa, las licencias ambientales, la compra de predios, etc., es una equivocación. El gobierno puede tomar liderazgo estructurando proyectos desde colegios hasta autopistas para el progreso. Esto no es un llamado de adulación a decir que los empresarios son héroes o que deben tener utilidades extraordinarias. Es la idea que impuestos competitivos, estabilidad regulatoria y seguridad física son necesarias, independiente de ideología. Lo que sí es evidente es que el que no siembra no recoge.
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