Están que arrancan las fiestas en mi pueblo, Las Mercedes, Sardinata. Esas sí son fiestas. Empiezan mañana viernes hasta el lunes, día de la santa patrona, Nuestra Señora de Las Mercedes. La iglesia se llena, las calles se llenan en las procesiones con la Virgen, las cantinas se llenan y el parque se llena con la gente que acude a presenciar las actividades que allí se realizan.
Ha pasado un jurgo de años desde cuando yo era niño, pero por lo que acabo de ver en un video que está circulando por las redes sociales, las fiestas siguen siendo sabrosas, con mucho juego para grandes y chicos y muchas actividades que allá no pasan de moda, a pesar de que los tiempos cambian y el modernismo se ha impuesto en todas partes.
Una de las competencias que llenaba los palcos, es decir los taburetes que los espectadores llevaban a la plaza, era la carrera de gatos.Había dos modalidades. Los gatos, sostenidos por sus dueños, se ubicaban en la raya de partida. El organizador les daba a oler a los felinos un poco de queso rancio, que a los gatos les encanta, y en seguida un buen atleta del pueblo echaba a correr delante de los gatos mostrándoles el queso. Los gatos arrancaban a correr detrás del atleta, y la carrera era todo un espectáculo. El gato ganador, es decir, el que primero alcanzaba al atleta, se comía el queso. A veces el muchacho corredor salía todo arañado, pues los gatos lo alcanzaban y le saltaban encima y lo arañaban y mordían y lo dejaban inservible unos cuantos días. La gente gozaba al por mayor con la carrera de gatos.
La otra modalidad consistía en soltar los gatos y detrás de ellos, un perro, que los hacía correr con sus ladridos y su muelamenta. En ocasiones el perro los alcanzaba, y los gatos, en gavilla, se le enfrentaban al mastín, y lo hacían salir chillando. Los aplausos se multiplicaban, y el guarapo corría de boca en boca.
Ignoro ahora qué sistema emplearán para que los gatos corran por una pista previamente preparada y encerrada, pero lo cierto es que el programa de las fiestas de este año incluye carrera de gatos.
El cerdo aceitado también atraía espectadores que, en montonera, se volcaban a ver la persecución a un cerdo, al que días antes habían rasurado por completo. Lo bañaban en jabón y en aceite, de manera que el cochino quedaba extremadamente liso, sin que nadie pudiera atraparlo, en lo cual consistía la competencia. El cerdo corría por las calles y los muchachos se le abalanzaban a atraparlo, sin que nadie lo lograra. Al final de la tarde, el pobre puerco, cansado, se entregaba mansamente. Los chicharrones del otro día daban cuenta del final del puerco, para quien las fiestas del pueblo ya habían terminado para siempre. Otro punto de las fiestas actuales.
La despescuezada del gallo era una competencia, que aún hoy se repite, y que resulta un poco cruel. Atan un gallo a un lazo y lo cuelgan de la rama de algún árbol en continuo bamboleo. Gente a caballo pasa al galope por debajo del gallo con el fin de agarrarlo, pero muchas veces se quedan sólo con el pescuezo en la mano. De ahí su nombre. Es un juego escabroso, sobre todo tratándose del gallo, con el que se pueden inventar otros juegos más amenos.
La carrera de burros, con sus respectivos jinetes, es, de igual manera, muy atractiva, y aún hoy se realizan. Los porrazos que se dan los jinetes y la estampida de los asnos, son motivo de alegría y de coplas en los cantantes del pueblo.
Como vemos, todavía hay pueblos, como el mío, donde se hacen fiestas sanas, sencillas y baratas. Por la noche, viene lo más bueno: los conjuntos de la región se turnan en la tarima y el bailoteo se prende en la plaza, en la calle, en las alcobas o donde sea. Porque “la fiesta es pa´amanecé y al que se duerma lo trasquilamos”.