La imaginación drena el alma con pensamientos que poseen la virtud de reconstruir leyendas y anidarlas en el corazón, que se vuelven canas sosegadas, cercanía de estrellas en reposo, o sombras de luz.
De la mano del tiempo, lanza una red a la lejanía para retornar con una bandada de ilusiones, o con semillas de sueños sembrados premeditadamente por el destino, para cultivarlos en escenarios naturales.
Y elabora una historia antigua y bonita en los rincones de la memoria, porque le gusta contar cómo se topan los caminos, después de tantas idas y venidas, de ir afuera queriendo estar adentro, para recogerse en el espíritu.
Toca el viejo portón de la intimidad para despejar cielos y enlazar vientos que salieron a contemplarlo todo, para concluir, al final, que su sitio siempre estuvo aquí y que uno, en sí mismo, es el eje de su propio centro
La imaginación es un juego de aves, de sol, de lunas, de faros que imitan la elocuencia del mar y la asilan, como una huésped hermosa, para liberar sus duendes traviesos y refugiarse en un bosque sereno y solitario.
Es como si se colgara de los amaneceres azules, cuando bajan los pájaros a tupir en sus nidos la bondad del universo, la sintonía de la vida o el eco de la eternidad que se escucha, únicamente, en el silencio.
La sabiduría se nutre de ella para hacer luminosa la esperanza, enseñarnos a alargar la mirada, a existir con una realidad más limpia y a desatar los nudos de los pesares sopones…que nunca faltan.
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