La sociedad moderna vive sumergida en el ruido, en la bulla, en esa capacidad constante de no evitar escuchar algo de fondo, incluso se volvió en parte de nuestro ambiente, a decibeles que sobrepasan la salud de los que escuchan y quienes están alrededor. Ya parece normal que el silencio nos incomode, aun sabiendo lo mucho que nos afecta.
El silencio es definido como la ausencia de sonidos, pero ¿por qué a algunas personas les molesta tanto cuando no hay ruido?
Un ejemplo de esta molestia ocurre en los ascensores cuando el silencio es incómodo entre todos los que se encuentran en ese espacio, aunque se trate de un pequeño momento.Vivimos en una sociedad en la que se va en el auto con la radio encendida, organizamos el hogar y necesitamos música y así, para casi todas las tareas o actividades: el sonido siempre está presente.
En la comunicación humana, el silencio se caracteriza por la abstención de hablar, sin embargo, en los discursos públicos son necesarias las pausas con silencios, ya que estos también comunican.Más allá de las palabras, los silencios son necesarios. En una pieza musical, por ejemplo, el mismo silencio hace que la música se disfrute, de lo contrario, sería una ininteligible.De modo que, aunque el silencio signifique ausencia del sonido, no quiere decir que el silencio sea ausencia de comunicación.
Las sociedades actuales, en la mayor parte de la cultura occidental, suelen ser ruidosas; pocos espacios son propicios para el silencio, la meditación y la concentración. Es por ello por lo que el hombre vive en un estado permanente de agitación, en el que siente una ansiedad por nuevas cosas y demuestra terror hacia el silencio, o al encuentro consigo mismo.
Pues, los estímulos provienen de diferentes direcciones y, cuando el individuo queda a solas, con pocos estímulos, necesita conectarse a algo más, llegando a saturarse de informaciones.
El silencio como habilidad es más que la ausencia de sonidos o de ruido. El autor Javier Leoncio Taípe, en su estudio sobre la semiótica del silencio, lo define como una habilidad para saber escuchar y que, además, hace posible que se asuma una actitud comunicativa favorable para la comunicación y el lenguaje, sin embargo, el autor destaca que hay algo de patológico, pero no en el silencio en sí, sino en la actitud que la sociedad moderna ha adoptado ante el silencio.
Pues, el silencio es considerado como un enemigo que se debe atacar y suprimir, al tiempo que la tecnología va invadiendo cada rincón.Por tal motivo, los espacios públicos y privados están colmados del ruido, la palabra y el sonido, y esto va desde las calles hasta los medios de transporte, llegando a la intimidad del hogar.Según el autor, esta sería la explicación del porqué tantas personas necesitan tener la mente ocupada y distraída, pues, el silencio y el ocio serían enemigos del poder.
Sin embargo, el silencio aporta muchos beneficios para quienes deciden integrarlo en su vida, por ejemplo, el silencio nos permite reflexionar sobre nosotros y nuestras acciones, lo cual nos lleva a comprender mejor ciertos aspectos de la realidad.El diálogo interno, practicado en silencio, también fomenta la regeneración neuronal, al mismo tiempo que se demuestra confianza en sí mismo.
Hoy como sociedad debemos revindicar la necesidad del silencio, del respeto por el otro, de disfrutar del encuentro con nosotros mismos y saber colocar límites sanos de convivencia. Está bien disfrutar del sonido, pero cada vez más debemos buscar espacios de interiorización.
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