En nuestra amada nación suceden hechos que realmente no alcanzamos a digerir si son producto de la insensatez o solo ha sido un lapsus de funcionarios que no alcanzan a dimensionar el poder de sus palabras.
Mencionar solo las declaraciones del director del Dane, Juan Daniel Oviedo, quien en forma desparpajada e insensible manifiesta que en Colombia una persona no es pobre desde que tenga acceso a un ingreso diario de $ 15.000 es un acto de ofensa hacia las clases trabajadoras.
Para este funcionario, como muchos que desde la posición de una vida sin altibajos económicos, sin sobresaltos y con una percepción de fácil adquisición de todos los productos necesarios para una existencia plena, estos sueldos míseros que perciben los empleados de menor rango son suficientes para vivir dignamente.
¿Dignamente? La existencia de este gran grosor de colombianos, donde aproximadamente 9 millones ganan un sueldo mínimo y que corresponde a un porcentaje representativo en nuestra nación nos debe llevar a la reflexión.
Ellos tienen que sobrevivir con estos sueldos ignominiosos, ofensivos que no vislumbran ningún cambio en la calidad de vida del ciudadano. Para los más de 9 millones de compatriotas que día a día batallan por el sustento la existencia transcurre solo en eso: supervivencia, una que sólo medio alcanza a cubrir las necesidades básicas en condiciones deplorables inimaginables para el desarrollo del siglo XXI.
Para este alto número de personas no existe el reglón de recreación, del esparcimiento, del disfrute del ocio como elemento fundamental del desarrollo de la psiquis humana que logre un equilibrio estructural y emocional en el individuo. No señores, ellos no tienen derecho a disfrutar la vida como se merece mínimamente.
Indignación causan entonces esas manifestaciones de funcionarios que ven desde la orilla de la opulencia a los sectores menos favorecidos, en un afán simplista de simular que en Colombia el desarrollo de equidad va en buen camino, cuando sabemos muy bien las graves carencias del pueblo, uno que parece anquilosado en el sigo medieval ante la ausencia de acueducto, de luz, del total de vías terciarias en perfecto estado, de centros de atención médica , de escuelas donde cientos de niños puedan acceder a una educación que vaya estrechando los márgenes de pobreza e inequidad.
No, señores funcionarios, sean más sensibles ante el dolor de patria de más de 9 millones de ciudadanos que solo sobreviven, no viven…no disfrutan de la vida…porque el dolor diario es bastante fatigante, porque aunque no se quiera adentrarse en la desilusión y la tristeza los hechos cotidianos de la cruda realidad de su escasez primaria no permite otro sentimiento. Un sentimiento que en muchas ocasiones se convierte en indiferencia, en rebeldía, en irreverencias que pueden conducir a caminos tortuosos de actividades ilícitas y que aumentan el negro panorama.
Estas y muchas otras noticias nos ubican en el plano macondiano, en la irrealidad majestuosa de los países que a toda costa quieren demostrar indicadores donde la pobreza multidimensional va disminuyendo, cuando el diario vivir es diferente porque la atención en salud es precaria, la educación no cubre todo el territorio nacional, donde las oportunidades de trabajo para los jóvenes escasea y esto los obliga a emigrar. Esa si es nuestra realidad, y no es consecuente que pretendan ocultar el sol con un dedo. Y lógico que no debemos caer en el pesimismo continuo, pero deben darse las condiciones para que seamos más optimistas.