Era un viernes. Lo recuerdo como si fuera ayer. No ese viernes, sino el día que me lo contaron en la escuela. La maestra nos dijo que la vaina había ocurrido por allá, muy lejos, en un pueblo grande, que cuando eso se llamaba Santafé y ahora, Bogotá.
Que fue un 20 de julio, y que, por eso, todos los 20 de julio, había que izar la bandera y cantar el Himno Nacional y hacer un acto y que ese día no teníamos clase. Eso era lo que más nos alegraba.
-¿Pero cuál fue la vaina de ese día? –le preguntó uno de los más grandes.
-Pues miren y verán:
“Parece que a Santafé iba a llegar un señor muy importante, un político o un mandamás, y los criollos le estaban preparando un asado con carne de res, carne de cerdo, morcilla, chorizo, bofe y chicharrones, pero necesitaban un florero para adornar la mesa. Ya tenían el mantel y la loza y la gallinita para la sal y la vasijita de barro para el pichaque, pero les faltaba el florero.
“Se acordaron que don Llorente, el del almacén frente a la plaza, tenía en su vitrina un florero de porcelana. El propio. Los organizadores del asado (un tal Caldas, al que apodaban El Sabio, porque vivía con unos libros bajo el brazo, y a quien habían visto de madrugada, hablando como loco con la luna y las estrellas; otro, de apellido feo, Pey; los inseparables Acevedo y Gómez, buenos para echar discursos; Camilo Torres, Jorge Tadeo Lozano, los hermanos Morales y otros) acordaron ir a buscar prestado el florero de Llorente, pero sabiendo que era un español, enemigo de los criollos, amargado y cascarrabias.
La maestra siguió y nosotros con la boca abierta escuchando lo que nos decía:
“Ese viernes, 20 de julio, le cayeron al hombre, que les negó el favor y parece que los insultó a gritos. Fueron los primeros gritos del día. Entonces los que habían ido le gritaron más duro con palabrotas y ganas de cascarle, pero el viejo no salió. Así empezaron los gritos ese día. Los que habían ido por el florero salieron a la plaza, que estaba llena por ser día de mercado, gritando que Llorente había tratado mal a los criollos y les había mentado la madre a los americanos. Compradores y vendedores se unieron a la gritería y nadie se escuchaba y corriendo y gritando se fueron a donde el Virrey y lo sacaron y se formó la trifulca, y pidieron cabildo abierto, y al Virrey le tocó abrirles la puerta porque se la iban a tumbar, y Acevedo y Gómez se montaron a una ventana y desde allí arengaban a la gente y se formó el miercolero contra los españoles, que vino a terminar nueve años después, el 7 de agosto de 1819, pero estos gritos fueron el comienzo de la independencia.”
La maestra terminó agitada porque se metió mucho en el cuento y hubo que darle una totumada de agua para que descansara. Pueda que todo lo que nos dijo no hubiera sido tan cierto, pero a nosotros también nos metió en el cuento de la patria y de la independencia y los sucesos del 20 de julio.
Para seguir recordando mucho de lo que en realidad pasó ese día, mañana 20 de julio, la Academia de Historia tendrá una sesión, a la que está invitando a todo el mundo y a Raimundo. La cita es a la diez de la mañana en la sede de la Academia en el Palacio Nacional, por la calle octava.
Allá estaremos…
gusgomar@hotmail.com