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El Día del beso
Imaginémonos por un instante, en gracia de discusión, que Judas no hubiera besado a Jesús, aquella noche santa del Jueves Santo.
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Lunes, 15 de Abril de 2019

Ya era bueno. En una época en donde a todo el mundo se le celebra su día, no podía quedarse el beso por fuera. En efecto, se le celebra el día a la madre y a la novia, al dedo meñique y a los callos, al tiple y al aguardiente, a la longaniza y al mute, pero para el beso nada. Es por eso por lo que digo que ya era bueno, justo y necesario.

Lo supe la semana pasada y la noticia me emocionó. Se estaba celebrando en todo el mundo, el Día del beso. Pero veo ahí un error de cálculo. El Día del beso debe celebrarse, en mi humilde concepto de creyente, el Jueves Santo, día en que la gonorrea del Judas le dio el beso traidor al Señor.

Y no se trata de celebrar besos traidores, que todos los días se dan y en todas partes. Se trata de que, en medio de la maldad del Iscariote, la cosa tiene su lado positivo y hay que celebrarlo.

Imaginémonos por un instante, en gracia de discusión, que Judas no hubiera besado a Jesús, aquella noche santa del Jueves Santo. ¿A quién hubieran apresado los soldados romanos? “Aquel a quien yo bese, ese es. Cogedle”, dijo el malvado, el hijuetantas. ¿Y si no lo hubiera besado? vuelvo y repito, ¿cómo conocería la soldadesca al que se iba a entregar por ustedes, mis queridos lectores? Y por mí, claro está.

¿A quién se hubieran llevado preso? ¿A Pedro, el que con su puñaleta de rajar pescado, dejó gocho al soldado Malco? A Pedro lo hubieran apresado por orejicidio, pero no por prometer que haría un templo en tres días, en aquellos días en que tocaba a tapia pisada; ni por autoproclamarse rey de los judíos (como dice un periodista de La Opinión, refiriéndose a Guaidó: el autoproclamado presidente); ni porque le hubieran gritado vivas y aleluyas el Domingo de Ramos.

¿A Juan, a Marcos, a Mateo? Todos, una manada de dormilones, que cuando vieron la cosa peluda dijeron “puye el burro”, y salieron corriendo.

¿Y si no hubieran apresado a Jesús? Pues no tendríamos Semana Santa y entonces, ¿las vacaciones de Semana Santa en la playa? ¿Y los siete potajes del Jueves Santo? ¿Y las procesiones? ¿Y las limosnas? ¿Y el espectáculo de las flagelaciones en algunos pueblos de la Costa?

¿A dónde irían a parar el Miércoles de ceniza y el Domingo de ramos y las pascuas de Resurrección?

   ¿Sí ven la importancia de aquel beso? Y sin la muerte de Jesús, no habría habido Resurrección y sin Resurrección de Cristo, seguiríamos en la olla, sin quien nos hubiera abierto el camino del cielo.
   De manera que hay que celebrar aquel beso, cochino y todo lo que se quiera, pero necesario para que se cumplieran las Escrituras.

   Supongo que ahora sí me darán la razón de que el Día del beso debe ser el Jueves Santo. Tal cual.

   Al fin y al cabo, de acuerdo con la querida periodista Patricia Giraldo, que alguna vez escribió un artículo sobre la materia, el beso es simple y llanamente un intercambio de bacterias. Sobre todo, si el beso es ardiente. Porque también los hay fríos, escuálidos y destemplados, que no contaminan a nadie. Y los besos de mejilla son apenas una simulación de beso.

  Recuerdo que, en la Normal de Convención, nos daba clases de religión el padre Adriano Casadiego, y alguna vez un estudiante le preguntó si el beso con lengua era pecado.

-Eso no es pecado –le contestó el levita-, sino porquería.

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