El país esta inmerso en una mezcla de optimismo y escepticismo, lo que refleja nerviosismo colectivo e incertidumbre permanente; producto de un entorno político y económico bastante complejo, que pone de manifiesto la búsqueda de cambios, sin tener claro a que cambios estamos haciendo referencia, pero si sedientos de transformar el curso de situaciones económicas y sociales indeseadas (pobreza y desigualdad). El gobierno entrante no será la entrada a los Campos Elíseos y tampoco el ingreso a los círculos de Dante.
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Una expresión de ese escepticismo son las entrevistas que Yamid Amad hizo a varios de los que serán ministros, que en cierto tono ponía en tela de juicio la posibilidad de cambiar algunas cosas en el país, y pareciera (no solo Yamid) que muchos esperan que al gobierno le vaya mal. Al margen de las pasiones de la admiración obcecada hacia Petro, o la animadversión que genera en sectores de la derecha, es importante reflexionar sobre lo que llaman cambio.
En políticas públicas se habla del enfoque del incrementalismo de Lindblom que piensa que las soluciones a los problemas públicos deben “concretarse en acciones limitadas y sucesivas e ir realizando ajustes marginales a las políticas”, aunque es una crítica interesante al modelo racional, guarda una esencia conservadora frente a las posibilidades de cambios. Esto puede observarse en algunos analistas frente al gobierno electo; aunque generan ciertas dudas, porque tienen una “balanza” de opiniones selectivas y poco equilibradas para un gobierno que no ha empezado, que se le juzga en función de lo que no ha hecho todavía. No obstante, hacen críticas muy valiosas de las restricciones fiscales e institucionales, agregando ese realismo, que se vuelve necesario; pero también esconden su sesgo. Cuando critican a sectores de izquierda, usan el concepto enunciado por Hirschman, sobre la “fracasomanía”, pero terminan aplicando esta noción, en una “versión” a la inversa, no sobre los avances y resultados, sino sobre lo que no se ha dado todavía; es una derivación del sesgo de confirmación donde se corroborará que su escepticismo era suficientemente valido.
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Ahora lo interesante, es lo que Lindblom llama el “ajuste mutuo”, dada los intereses, los actores, los mecanismos institucionales del país y los mismos partidos políticos estarán dispuestos a incrementar “sus valores marginales, aunque renuncien a sus objetivos últimos”, esto es, pueden alejarse de las posiciones más extremas, y sirve para dotar de realismo las posibilidades de cambio, y transitar a escenarios democráticos más estables. Cabe señalar que hay otro concepto importante relacionado con el anterior, y es el papel de los “perros guardianes” según Lindblom para defender valores importantes y mantener las aguas “equilibradas”. Estos últimas afirmaciones pueden ser contradictorias, con alguien que propone un cambio, y que es interpretado como “radical” tanto por los áulicos (Campos Elíseos), y también por los que se oponen rotundamente (círculos de Dante). Los anuncios de los futuros ministros y el proceso de apoyo parlamentario, van en la perspectiva Lindblom, un escenario más terrenal. Tal como me decía el profesor Pablo Sanabria “pequeños saltos marginales que en el acumulado generan lentamente cambios, que cambios estructurales dramáticos y en ese sentido el incrementalismo suele tener un sustento más frecuente. No obstante, un gobierno que se enfoque en generar muchos pequeños saltos marginales tiene mayor chance de influir en las trayectorias”.
Los desafíos que enfrentará el gobierno electo serán colosales, y su calibre estará medido entre unas altas expectativas de la ciudadanía, la realidad fiscal, política e institucional, y una clase política acomodaticia, que pondrán en juego su gobernabilidad en un contexto global en crisis, con una espada de Damocles afilada esperando su momento.
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