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El abusivo negocio de la educación en Colombia
El manejo de los centros educativos y la gratuidad de la educación.
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Viernes, 2 de Diciembre de 2022

“Pueblo que no lee es manjar de sátrapas”. Así lo sentenció alguien con buen sentido de la lógica y seguramente estudioso del devenir social y humanístico. 

El analfabetismo fue, durante buena parte del desarrollo de la recién creada república de Colombia y , por supuesto, desde mucho antes, la constante huella que demarcaba el innoble y azaroso camino que tuvieron que recorrer nuestros abnegados y esclavizados ancestros.

No es exagerado asegurar que eran eso: esclavos. Sojuzgados y manejados por las élites ilustradas hacían lo que el amo les ordenaba. 

Las buenas intenciones de uno y otro régimen por mejorar la ilustración y educación de sus subordinados, no ha sido sino eso: intenciones.

Al ex y premio nobel de la “paz” se le ocurrió, como insigne programa de su gobierno “ser pilo paga”. Acolitó a unos cuantos brillantes e inocentes pilos y los dejó al vaivén de las circunstancias. Los pobres pilos fueron flor de un día pero les queda la efímera intención de apoyar a un “premio nobel”.

La educación, como premisa obligatoria por mandato de la Constitución, deja de serlo cuando se convierte en un simple y lucrativo negocio por cuenta de la misma constitución. Los centros educativos por cuenta del estado (establecimientos públicos, escuelas, colegios, universidades, Sena, etcétera) son una excusa para manejos irregulares y amañados de recursos y cuotas políticas. 

El término “gratuidad” en la educación ha sido utilizado por políticos y afines. No hay tal. De pronto los niños rurales la reciben de profesores abnegados que lo hacen por el pago o por vocación. En los centros urbanos la gratuidad está acompañada de uniformes, zapatos, elementos didácticos, celebraciones, campeonatos e inauguraciones de interclases que no pasan de ser sino la inauguración (nunca hay encuentros deportivos). Solo negocio.

Ni hablar de la educación estrato seis en donde todo se vale. El estado se resigna y agradece que los particulares le ayuden a educar a sus subordinados, al precio que ellos digan. Los precios estrambóticos de las matrículas en los centros educativos estrato seis no son sino eso: la inoperancia sempiterna de un estado cómplice y alcahueta mientras  hay niños en la ruralidad al vaivén de circunstancias adversas y crueles que terminarán vendiéndose al mejor postor.

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