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Desapacible Navidad
Se despertó de repente la conciencia global; el miedo se entroneció y despertó un afán mediático. 
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Jueves, 10 de Diciembre de 2020

No se puede dejar pasar de gratis la desafortunada avalancha sanitaria producida por un microorganismo que apareció, sin todavía saberse su verdadera esencia. Natural, o brillantemente producido por mentes torcidas con fines imperiales…. 

Se despertó de repente la conciencia global; el miedo se entroneció y despertó un afán mediático.  

El arrasador empuje del consumismo bárbaro tiene en esclavitud perpetua  a medio mundo ;  es por eso que al frente de la avalancha comercial de la festividad que se avecina es bueno recordar que no solamente hay que tomar las debidas precauciones sino también y de una vez por todas, tener presente que son imposiciones mercantilistas con el sello extranjero que  solo buscan apabullar y engañar incautos.  

Estamos en capacidad de celebrar a nuestro estilo y por nuestra propia cuenta. 

El festejo cíclico, ese devenir de periodicidad calculada no es otra cosa que la imposición soterrada de conductas, comportamientos, movimientos y celebraciones que por la fuerza de la costumbre se convierten en normatividad social. No han dejado mes, quincena o semana virgen de alguna celebración. Si de dueño se trata, las hay cívicas, políticas, amorosas, familiares y las infaltables de orden religioso. Cada inventor quiere su parte del ponqué;  cuando no son las flores son los licores (en casi todas), los comerciantes (en todas) y la jerarquía eclesiástica buscando pegarse de donde se pueda. 

Ni hablar de la más concurrida y rentable: la época navideña. Uno de los innventos más maravillosos y cuyos brillantes creadores se han escapado del premio nobel de economía así sea póstumo. Es la festividad mundial por excelencia. A partir de un diminuto rincón del mundo y con base en una tierna historia, han logrado convencer a media humanidad que había nacido el redentor de los pobres y que había que homenajearlo desde entonces. 

Ya de las humildes pajas de la cuna no debe quedar ni cenizas habida cuenta de la guerra que se libra por esos lados; los descendientes del humilde jumento y la parsimoniosa cornuda deben estar en vías de extinción por su nutritiva musculatura en tiempos de necesidad. La brillante estrella que guió a los reyes magos decidió aparecer cada vez menos en un horizonte tan enconoso por el estruendoso accionar de las pesadas máquinas de guerra. 

No se prestaba el ambiente para fiesta y celebración. Alguien se percató del asunto y muy orondo le pintó un clima más romántico agregándole la blancura de la nieve y una figura bonachona de pelo blanco y luenga barba desafiando la gravedad halando un grupo de cornudos con su pesada carga de regalos multicolores. 

Es tan difícil, casi imposible, abstraerse de una tradición tan arraigada y tan secular. Vale entonces la pena, agregarle un sabor más autóctono y tropical. 

Un frondoso oití, un esponjado cují o la esbelta figura de una hermosa ceiba puede reemplazar la inefable conífera. Las apacibles ovejas pueden darle paso a nuestros alegres cabritos. 

La errática e inconstante estrella se puede cambiar por una hermosa luna de verano más brillante y más constante. Ríos caudalosos, lagunas apacibles de aguas cristalinas, brumosas cascadas y líquenes multicolores tenemos hasta para exportar. 

Finalmente, el infaltable trío de magos venidos de muy lejos con toda clase de presentes para el neonato tiene sus fieles émulos en la enorme procesión de malabaristas que cada cuatro años y con el  favor de un pueblo ingenuo y necio, hacen toda clase de entuertos y truculentas componendas para repartirse el abultado ponqué de la burocracia y el presupuesto nacional sin que nada ni nadie pueda impedirlo. Feliz navidad para ellos y para el sufrido pueblo que seguirá soportando la inequidad, la deshonestidad y el craso cinismo de la clase dirigente por los siglos de los siglos, amén. 
 

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