
Una consulta popular que no dejaron nacer, perdió como las anteriores, pues desde 1991, se ha aplicado este mecanismo, artículo constitucional 103, se han utilizado 3 figuras, todas fallidas, el referendo del innombrable en el 2003, el plebiscito por la Paz en el 2016 y la consulta anticorrupción del 2018, con agravantes, se le preguntó al país si quería la Paz y castigar la corrupción y la mayoría votó no, peor, la votación no superó los umbrales esperados, para esa entonces los Realitys Show, ya hacían lo suyo.
Aclarar que los realitys no son el único culpable de la anomia social de la ciudadanía, ni del analfabetismo democrático del país, sin embargo, existe una brecha de atribución en la forma como la ciudadanía, en su gran mayoría, en vez de estar preocupada en la política y en los cambios estructurales del país, tiene su atención puesta en el análisis de la postura, estrategias, en la moralidad y en los conflictos de los famosos que participan del reality de moda.
No fue casualidad que el presidente transmitiera en vivo, los consejos de ministros, intentando reflejar la realidad del país, allí también hubo situaciones extremas, controversia, conflictos, entretenimiento y hasta voyeurismo, necesario para que la ciudadanía se conecte, y por algunos momentos se alcanzó a mostrar la crisis ética del país, después, la viralidad en redes que no logra una discusión trascendental con decisiones ciudadanas.
En paralelo se planteaba la consulta popular, demasiado ambiciosa, pues conociendo antecedentes, se sabía que no iba a ser fácil, que después del acto administrativo emitido por la presidencia, la plenaria del senado emitiera un concepto favorable sobre la misma, eso no pasó, para así llevar a las urnas la consulta, y buscar lo más complicado, que más de 13 millones de ciudadanos participaran y que además cada pregunta tuviera casi 7 millones de votos, complejo, cifras de participación que solo se logran en Yo me llamo o en la casa de los famosos.
Ojalá no solo tener la participación “ciudadana” o la interacción que el país tiene alrededor de estos realitys, sino lograr la discusión y hasta agenda ciudadana, que se convoca cada semana para tomar decisiones de apoyar, salvar o nominar, envidiable dinámica para cualquier democracia.
Las famosas bodegas, fandon de los politiqueros, deberían discutir y analizar al menos la primera de las preguntas que traía la consulta que se hundió: ¿está de acuerdo con que el día laboral termine a las 6 de la tarde?
Conociendo la anomía social que se vive, caracterizada por el incumplimiento de normas, el desorden social, la confusión, y una cultura de sálvese quien pueda que no permite pensar en el bienestar colectivo, debería existir una nueva estrategia, un reality para cada poder del Estado y mostrar los detalles del ejecutivo y que la ciudadanía contemple cómo se toman decisiones para el bienestar del país, otro para el legislativo, que deje en evidencia cómo se controla al presidente en la ejecución de la ley, y uno más para evidenciar cómo se administra la justicia y se hace cumplir la ley.
Seguramente el atractivo por vigilar y castigar movilizará a la ciudadanía, la sensación que tendrán los participantes de sentirse libres permitirá transparencia, y el poder de la información será libre como el aire para ser analizada por sus dolientes, serían estas, formas de una nueva democracia que masifique la importancia de comprender cómo funciona el Estado.
Ahora, esperar la movilización ciudadana en las calles y que la nueva propuesta que el gobierno acaba de radicar por tercera vez, enmendando algunos vacíos, tenga esta vez viabilidad en el senado.
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