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Del verbo renunciar y otras dificultades
La vida está llena de dificultades.
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Jueves, 2 de Marzo de 2023

La vida está llena de dificultades. Unas son de cal y otras de arena, dice el refranero. A veces llegan rachas malas, como las que debió sufrir el poeta César Vallejo cuando exclamó en unos de sus versos: “Hay golpes en la vida, tan fuertes ¡yo no sé!/golpes como el odio de Dios…”  Puede suceder en ocasiones que el golpe no sea físico, sino del alma. Eduardo Carranza proclama: “Salvo mi corazón, todo está bien”.

El jugador de fútbol que bota un penalti definitivo para el triunfo de su equipo, además de los abucheos del público, las burlas de sus contrincantes y los madrazos de los compañeros de equipo, recibe un golpe moral que lo puede anular por una temporada. El ciclista puntero que, a unos pocos metros de la meta, sufre una caída, se raspa más por dentro que por fuera.

Enterrar a un ser querido, soportar el secuestro de un familiar, no tener plata para la comida del día y no poderse cambiar los calzoncillos porque los otros están rotos,  todos son casos diferentes, pero difíciles de soportar en su momento.

Dicen algunos que lo más difícil en la vida es llegar a viejo, pobre, enfermo y sin compañía. Por eso la sabia conclusión de Pambelé: “Es mejor ser rico que pobre”. Y los mamadores de gallo dicen: “La plata no lo es todo en la vida, pero ¡ah falta que hace!”

Sin embargo, uno de los momentos más difíciles en la vida es tener que renunciar de algún cargo. Se renuncia a algo porque a uno le da la gana de renunciar, sea el motivo que sea, o se renuncia porque le pidieron la renuncia: “Dígale que renuncia o lo echo”, le ordena el jefe a la secretaria. No tiene alternativa posible. “Está bien -dice el sujeto o sujeta-, déjeme recoger mis cositas de la oficina. Y “recogiendo las cositas”, dura varios días, con la esperanza inútil de que el jefe lo llame y le diga: “Qué pena con usted, hubo una equivocación. Siga en el cargo”. O que lo dejen una semana más para redondear el sueldo del mes.

Es tan difícil aquello de renunciar, que algunos pierden la visión por unos minutos,  se le sube la tensión, le da tembladera, se le sube el azúcar, le tiemblan las piernas y corre el peligro de desmayarse a no ser por el solícito vaso de agua con azúcar que corre su asistente a suministrarle.

En ese momento el mundo se le viene encima al pobre renunciado. Acababa de comprar carro a crédito, había empezado a pagar unas vacaciones en Las Antillas con su familia, y estaba haciendo los papeles para montar un negocito que le ayudara. Y de golpe todo se derrumba. El tarantín se le viene encima.

Con humor gris, dicen los amigos en los tertuliaderos que el lenguaje tiene unas palabras difíciles de pronunciar y verbos difíciles de conjugar, como el verbo transitivo Renunciar. Recuerdo en mis épocas de colegio, cuando aprendíamos las conjugaciones de los verbos, los más grandes ponían a los pequeños a conjugar ciertos verbos, que en ciertos modos y personas resultaban diciendo groserías. Algún gobernante dijo con mucha propiedad: Los funcionarios públicos no saben conjugar el verbo renunciar, por eso no lo hacen a tiempo.

Pero ese es otro cuento. La verdad es que renunciar no es fácil. ¿Vieron la cara de los ministros que acaban de renunciar del gabinete de Petro, en entrevistas por la tele? Estaban tristes, acongojados, llevados, diciendo las maravillas que iban a hacer…Pero no los dejaron.

gusgomar@hotmail.com

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