Solo unos días han pasado desde que se nos informó, que ni la ciudad ni sus alcaldes, ni sus políticos, han contado con suerte para su planeación, precisión, ubicación de sus predios y vías por causa de una nomenclatura moderna (de cuadrícula que llaman), dizque porque no hay señales patentadas que nos indiquen dónde estamos parados y a dónde dirigirnos buscando una dirección.
Y eso que Paris Lobo siendo alcalde, ordenó aprobar y gastar en ello, unos siete mil millones de pesos, que le pagó a IGAC- CBY, para que unificara las siete nomenclaturas existentes
Así descubrieron nuestros dirigentes que seguimos caminando por calles y avenidas inciertas, sin nombres ni placas y esa es la razón para no ser competitivos, modernos e inclusivos para entrar en el Desarrollo Humanitario. Como ven, otra manera de ser infinitamente ridículos. ¡Vaya lío!
Ustedes se pueden imaginar a un turista europeo, asiático o latinoamericano que le digan ridículamente que vaya al Campo de Marte, cerca del rio Sena en el séptimo distrito de Paris para que pueda ver la Torre Eiffel, en lugar de espetarle ¿Vaya al Campo de los Elíseos?
¿O se imaginan un campesino inculto de cualquiera de nuestros 40 municipios de N de S que pregunta por lo que conocemos desde 1954 como Diagonal Santander y le orienten ridículamente diciéndole que busque ¿el eje estructurante urbano de Cúcuta y conectante desde el sur occidente en la redoma San Mateo hasta el noroccidente por la salida de San Jerónimo, que divide a Cúcuta en 4 cuadrantes y es corredor administrativo y turístico?
La Gelotofobia es una de esas aficiones nuevas de la IA que enmarca el miedo al ridículo. Y se inventaron causas y motivaciones aparentemente absurdas.
En 1996 se le describió como el “síndrome de pinocho”, un fenómeno de vergüenza intensa y repetida por las risas y burlas de los niños compañeros desde la niñez. Por ello no creo que el Señor alcalde Acevedo pise la cáscara del ridículo, porque el Desarrollo Humanitario tiene otros caminos, que nada tienen que ver con la nomenclatura, ni la cuadrícula, ni la izquierda ni la derecha, ni los sentimientos de culpabilidad, ni los siete mil millones de pesos de Paris Lobo. Es solo cosa de aptitud, actitud y la memoria histórica, maestros.
Adenda: Hacer el ridículo ahora es una cuestión cotidiana. Hoy les dio por decir que los niños indígenas son distintos a los demás y les señalaron otro día diferente para consentirlos y agraciarlos. ¡Vaya, vaya!
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