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Del celular y sus secuaces
En los hogares cristianos se acostumbraba a rezar el santo rosario en familia antes de ir a la cama.
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Martes, 19 de Enero de 2016

Juegos con nombres nostálgicos como “presos y policías”, “la lleva”, “el puente está quebrado”, “la gloria” y muchos otros que la memoria no alcanza a registrar porque se quedaron en el ya lejano baúl de los recuerdos, constituyen la muy triste realidad del aleve asalto que la llamada “tecnología” hace sobre la libertad de locomoción y el fortalecimiento de la estructura músculo esquelética, tan importante en los primeros años de vida de todo individuo.

Esa actividad lúdica de aquellos remotos tiempos requería de excelente estado físico atlético y por supuesto de agilidad de movimientos; terminada la jornada y con la mente despejada y limpia, el sueño se encargaba de redondear el ciclo sano del día y la noche.

En los hogares cristianos se acostumbraba a rezar el santo rosario en familia antes de ir a la cama; por supuesto que los aparatos de televisión eran escasos y solo las familias pudientes del pueblo se podían dar el lujo de tenerlos: la imagen no era la mejor pero si se anteponía una pantalla iridiscente se podía ver algo de color.

Los programas de la tv con su parafernalia comercial eran reemplazados por alegres charlas familiares o por los cuentos del abuelo matizados de fantasías sobre fantasmas rurales o las peripecias sobre la supuesta participación en alguna guerra lejana en el tiempo y de  la cual quedaron cicatrices o alguna cojera que exhibía con orgullo.

Los sanos y amenos momentos en familia han sido cruelmente avasallados por esa parafernalia electrónica que cada vez se entroniza y avanza en forma despiadada sobre la mente y la creatividad del ser humano.

No se puede desconocer la importancia que tiene la tecnología en el desarrollo de la humanidad hacia horizontes de comodidad, inmediatez de la información y bienestar social y económico de las naciones. Pero no todo lo que brilla es oro.

Al facilismo que significa el avance tecnológico se suma el peligroso poder de esclavización y alienación de cuerpos y mentes; ya no son los alegres y ruidosos correteos sobre polvorientos escenarios o las florecidas planicies de pueblos y ciudades que hoy son vetustos armazones de cemento y vidrio.

La escrutadora mirada horizontal de aquellas épocas, es tristemente reemplazada por la observación permanente sobre la minúscula pantalla que parpadea con la increíble velocidad del movimiento de los dedos. El lenguaje verbal fue sustituido por la silenciosa escritura de palabras y símbolos que no obedecen para nada los más mínimos  detalles de la gramática y el adecuado uso del idioma. La ortografía es cosa del pasado; no se necesita para entenderse en los detalles cotidianos de la vida diaria, ni para confesar el sentimiento amoroso, o para reclamar infidelidades o simplemente para insultar al querellante o amenazar al que no paga. Con solo símbolos simples y abreviaturas se dirime el conflicto o se envía el mensaje.

Es muy deprimente observar al infante en las visitas familiares o en centros comerciales llegar con su aparato electrónico, regalo de los padres acuciosos que van al día con la tecnología, sentarse a mirar la pantalla horas entera mientras los progenitores y familia departen y discuten.  

Ya forma parte de la cotidiana indumentaria, llevar el aparato en la mano cómo se lleva el reloj o el anillo de compromiso ya también en desuso habida cuenta de la rareza en que se ha convertido contraer matrimonio. Por supuesto que no deja de preocupar la triste estadística de accidentes y asesinatos por culpa el del diminuto compañero alcahueta y confidente.

El infinito número de aparatos electrónicos portables con su variopinto color, sabor, textura, tamaño, ha convertido al ser humano en un perfecto esclavo hasta el punto lamentable de no retorno; estar sin el celular o alguno de sus secuaces a la mano, es como andar desnudo, desubicado o anclado en medio de la nada y a merced de los vientos y tormentas que arrastra la voraz tecnología.

Son como una jauría ruidosa que acecha y se lanza sobre el desprevenido caminante para enajenar su mente y sorber con avidez el líquido vital de la conciencia y el libre albedrío. Con mayor razón si se trata de estructuras mentales lábiles y fácilmente influenciable como las de la primera infancia y la adolescencia. Es allí donde estos depredadores encuentran sus presas desprotegidas y en donde se seguirán saciando orquestados por la arrolladora publicidad y la voracidad de fabricantes y afines.

Este tipo de tecnología portable y que produce ingentes ganancias, acabará apabullando y alienando las mentes de las nuevas generaciones y arrasando con la libertad de pensamiento por cuenta de estos secuaces de la tecnología.

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