Según el más reciente informe de la revista británica The Economist, Colombia ha dado la sorpresa al posicionarse en el cuarto lugar del ranking de las economías con mejor desempeño a nivel mundial en 2025. Como único país de América Latina en el "top 10", la nación está sacando la cara por la región, consolidándose como el líder indiscutible del vecindario frente a gigantes como Brasil y México.
El dinamismo de la economía nacional ha superado con creces el promedio de la OCDE (Organización para la Cooperación y Desarrollo Económico). Al cierre de este año, tres pilares sostienen este éxito: un crecimiento del PIB que superó las expectativas del mercado, un mercado laboral que no ha soltado el acelerador y una reducción histórica de la pobreza monetaria. Colombia está volando alto, codeándose con potencias como Portugal e Irlanda gracias a un mercado accionario que floreció tras la reactivación de sectores clave como la tecnología y los servicios. Además, el país logró domar la inflación de forma más eficiente que España, situándose en el selecto grupo de los cinco mejores miembros de la organización en términos de desempeño real.
Sin embargo, no todo lo que brilla es oro. A pesar de los aplausos internacionales, el frente interno enfrenta nubarrones que no permiten cantar victoria del todo. El déficit fiscal —ese desbalance entre lo que el Estado gasta y lo que recibe— se ha convertido en una piedra en el zapato difícil de extraer. Al cierre de 2025, la coyuntura externa ha sido inclemente: la estabilización del conflicto entre Ucrania y Rusia desplomó los precios del crudo, dejando a Colombia con la soga al cuello en términos de ingresos petroleros. A esto se suma que la Reserva Federal FED en Estados Unidos mantuvo tasas altas por más tiempo del previsto, lo que encareció el servicio de la deuda externa justo cuando el Estado más necesitaba liquidez.
La situación se tornó más agridulce luego de que la calificadora Fitch Ratings rebajara la nota de respaldo internacional a la economía colombiana. Para los expertos, este movimiento no fue una sorpresa, pero sí es un balde de agua fría que sigue minando la confianza de los mercados e inhibiendo la inversión. La firma estima que el déficit del Gobierno central cerrará este año en un 6.5% del PIB, una cifra muy superior a las proyecciones de finales de 2024.
Para cerrar el año con broche de oro en lo social pero con cautela en lo técnico, Colombia debe entender que camarón que se duerme, se lo lleva la corriente. Si bien el país brilla en las vitrinas de Londres y París por su crecimiento, la fragilidad fiscal es un riesgo latente. El gobierno debe ponerse las pilas con una reforma que garantice el cumplimiento de la Regla Fiscal; de lo contrario, el desbalance financiero podría terminar por aguarle la fiesta a los excelentes indicadores que hoy nos tienen en la cima del mundo.
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