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Defenestrar
En los orígenes de nuestra historia hubo intentos de defenestración al menos de un vicepresidente.
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Domingo, 14 de Mayo de 2023

Que palabra tan fea, como mejor me lo decía ayer un amigo muy cucuteño, Alberto Maldonado, en una librería del barrio la Macarena en Bogotá. Sí, es una expresión muy fea, demasiado, seguramente de las peores de nuestro idioma. En mi caso no tenía claridad de su significado, y peor aún cuando en horas de la mañana del jueves escucho muy temprano en la doble W, que había gente que quería defenestrar a Petro. Ni entendía a esas horas lo que se quería decir que en Colombia alguien quería defenestrar al presidente, como lo dijo el coronel del ejército John Marulanda. Miré en google y encontré dos significados de la palabra: el de destituir a alguien de un cargo, y la segunda que me llamó la atención: “arrojar a alguien por una ventana”. Ahí, muy a las cinco de la mañana empecé a entender algo de lo que podría suceder hoy en Colombia. ¿Será que quieren arrojar al presidente desde el balcón?

Pasados unos minutos entendí que eso de que quieran arrojar a un presidente desde un balcón, o defenestrar como dice el ex coronel Marulanda, no es que deba preocuparnos en exceso, pues si se mira nuestra historia, no sería la primera vez que a un presidente en Colombia lo tratarían de arrojar desde un balcón, o defenestrar. Así es, en 1835, en el día de su cumpleaños, el 2 de abril, el presidente de la república que era Santander estaba acompañado de Nicolasa Ibañez en el balcón de la casa presidencial, e invita a su amigo, el vicepresidente José Ignacio de Márquez y Santander; de anfitrión baja a ofrecer un vino, y de subida encuentra que Márquez trataba de aprovechar el momento para insinuársele a la hermosa ocañera. Continúa la historia y asegura que Santander trató de botar por el balcón al señor vicepresidente de la república. Los archivos y registros históricos están, y ahí entendí que desde los mismos orígenes de nuestra historia hubo intentos de defenestración al menos de un vicepresidente. O sea que 
Petro no es el primer caso en Colombia en el que quieren defenestrar a un presidente. Si el coronel John Marulanda a quien la fiscalía le acaba de iniciar una investigación lee esta columna y se entera del episodio, podría iniciar su defensa. 

La ciencia política es enigmática e impredecible en un país como Colombia. ¿Acaso quién podría imaginar que nueve meses después del primer gobierno de izquierda, estamos en uno de los capítulos más extraños e inimaginables, que no sabemos en que puede terminar, y es defenestrar a un presidente? Hace algunos años caminaba desprevenidamente por las calles de Quito, y sin darme cuenta estaba en la plaza principal y vi unos almacenes de artesanías que en el segundo piso tenían un balcón, y para sorpresa de cualquier turista, nos dijeron que se trataba del balcón presidencial, el Palacio Carondelet. O sea, en Ecuador por lo menos en aquellos años era muy fácil defenestrar a un presidente. Seguramente fue lo que le sucedió en 1996 a Abdalá Bucaram a quien el congreso lo declaró incapaz mental para gobernar. Si esa regla existiera aquí en Colombia, serían varios los presidentes a quienes se les aplicaría esa norma, e incluso a alcaldes. 

Argentina tiene otro histórico episodio de un presidente que lo sacan del palacio de gobierno. A mediados de 1955, antiguos oficiales del ejército argentino que no estaban cómodos con Juan Domingo Perón – curiosa similitud entre la historia de Argentina y Colombia -, sacan al presidente del gobierno, de la Casa Rosada. Perón se encuentra con Evita y ella le pregunta de cómo iba a reaccionar, y para su sorpresa le contesta que nada.  A Evita no era fácil derrotarla y convence a Perón de que dirija una palabras a los obreros, y ella no le dice a Perón que en realidad se estaba dirigiendo a todo el país, Evita trabajaba en radio Belgrano, y así Perón volvió al poder. Historias de defenestración existen.

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