Los últimos acontecimientos acaecidos en Latinoamérica donde una convulsionada ciudadanía chilena y boliviana manifiesta su desacuerdo ante las políticas gubernamentales muestran el grado de decepción que se tiene ante la cotidianidad. Colombia con un panorama económico paupérrimo para sus habitantes y con grandes insatisfacciones planteadas desde una desigualdad exagerada no toma aún el impulso para emular a sus vecinos.
¿Cuál sería la causa o causas que nos llevan a los colombianos a ser pasivos y no involucrarnos de corazón por la lucha o exigencia de nuestros derechos?
Las hegemonías partidistas que han gobernado a su antojo las riquezas de nuestra nación es una de ellas. Esto ha conducido a conformismo de los habitantes.
Esa posición de resignación se ha perpetuado porque hemos sido engañados una y otra vez con las promesas populistas que solo calman el hambre de hoy y que los políticos manejan con frialdad y muestran victoriosos la manipulación que en forma milimétrica hacen de la voluntad de las personas que sin ningún criterio de raciocinio obedecen simplemente por emocionalidad a tomar una bandera.
No significa lo anterior que todos los colombianos pertenecen a estos grupos. No señores, los hay realmente críticos, argumentativos, que soslayan los problemas con una rigurosidad científica y técnica que permiten que renazca la esperanza. Otra causal es el imperio de los grupos fuera de la ley que obligan al silencio a los líderes y ejercen mediante el asesinato el poder del terror. Ante este panorama, el miedo predomina y el salvaguardar la vida es más importante que proteger la tierra, que recuperar los terrenos expropiados en forma truculenta, que exigir cambios sociales, y que exigir honestidad en los gobernantes.. Como bien lo dijo la reciente asesinada líder indígena Cristina Bautista “Somos más los que queremos la paz que la guerra” “si nos quedamos callados nos matan y si hablamos también.”Dura expresión que es muestra inequívoca de la invalidez que tenemos los ciudadanos ante estos grupos.
Ahora, con las elecciones de este mes de octubre, han surgido nuevos rostros, nuevas ideas, nuevos proyectos especialmente liderados por gente joven que propenden por un cambio. Por el bien de Colombia, por el bienestar de todos esperamos que estos no encuentren demasiados obstáculos para ejercer y adelantar programas que sean para el avance y conduzcan al mejoramiento de las condiciones de vida. Esa esperanza debe reflejarse en políticas sociales que sean más incluyentes, más humanas en donde no solo el factor dinero sea el que determina tomar decisiones; que en muchas ocasiones van en contra del mejoramiento de vida del trabajador que no tiene poder adquisitivo para que la economía sea más fluida.
Y que el desarrollo sostenible del medio ambiente sea la constante ya que Colombia es una nación rica, donde nos damos el lujo de ser uno de los países que tiene humedales de importancia global y que posee el páramo más grande del mundo, Sumapaz, en Cundinamarca. Eso señores, es la verdadera riqueza y si realmente la estructuración de los planes gubernamentales tienden a conservarlos y a establecer una política agropecuaria fuerte donde los campesinos sean realmente valorados hará de este bello país una potencia mundial sin necesidad de deteriorar a la naturaleza. Y eso si conduce a la esperanza.