
En esto el presidente Petro dice la verdad: Claro que “da mieditis” que sea reelegido porque produce miedo su manera de gobernar. ¿Acaso no da miedo que anuncie un nuevo estallido social auspiciado por tenebrosos agitadores?, ¿O que presente públicamente a peligrosos delincuentes como sus amigosy seguidores?
En la región fronteriza con Venezuela el miedo acorrala a sus habitantes porque el narcotráfico, la extorsión, y las matanzas se han adueñado del territorio. Y ahora se anuncia que podría iniciarse una guerra para proteger al vecino Maduro que tiene una orden de captura internacional. ¡Claro que da miedo!
El asesinato del senador Miguel Uribe dejó en todo el país un sentimiento de pesar y un hálito de temor, porque con él han venido cayendo dirigentes de todaslas vertientes por causa de sus ideas, por el discurso hostil de los dirigentes, por la furia con que se amenaza a los contrarios, en fin, por la fiereza verbal que incita y empodera a los violentos.
Da miedo que se destruyan el sistema de salud y el régimen pensional con el argumento de que ellos tienen defectos y han sido desfalcados. Aunque no se proponen modificaciones para corregir esos males sino implantar otros que ya han mostrado pésimos resultados. Las intervenciones oficiales a varios entes de la salud han sido desastrosas.
En gracia de discusión hay que mirar aquellas realizaciones del gobierno que causan satisfacción: Pero no se encuentra mucho en obras públicas como nuevas vías, mejores colegios, hospitales modernos. Las referencias al proyecto de presupuesto presentado al Congreso indican que se han disminuido los recursos para el ICETEX, la vivienda de interés social, el deporte, la ciencia y la tecnología. Sólo se aumenta el gasto de funcionamiento para emplear más y más gente con fines electorales. Eso siempre produce mieditis.
Los ataques a los gremios - que parecen programados - a los comercios de las ciudades y al transporte urbano que soportan la furia de manifestantes exaltados, no producen tranquilidad. Todo lo contrario. Y no parece que el ciudadano se vea protegido por las autoridades. Ya hay temor hasta para salir a las calles en las ciudades, y no se diga de lo que ocurre en las zonas rurales.
Con todo, el país sigue su marcha, y así lo hacemos los colombianos del común que todavía creemos en la Patria y que todavía soñamos con la paz de la que tanto se habla. Esa paz tiene que nacer primero en el corazón de cada uno para que, agrupados serenamente, podamos irradiarla a toda la nación. Hay muchas necesidades, hay mucha insalubridad, hay mucha hambre, hay mucha angustia que no se resuelven con discursos bonitos sino con obras, con orden, con trabajo.
Tenemos que superar la tristeza, los rencores, la inmoralidad para que hagamos causa común en lo productivo, aprovechando las riquezas que nos dio la naturaleza: Un territorio con todos los climas, con abundantes aguas, con una ubicación privilegiada en el continente americano, con gentes trabajadoras y honradas en su gran mayoría. Un país donde podríamos vivir todos armoniosamente, porque con trabajo y solidaridad podríamos tener lo necesario para vivir sin miedo.
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